—Ayer fui a casa, porque mi padre desapareció o lo desaparecieron... No sé. Encontré unos archivos que tenían sus fotos, él me vio y me dijo que si no le pagaban le iba a hacer algo a mi madre. Yo...

—¿Eh?— Nick me interrumpió.

—No sé. Es lo que me dijo. Que consiguiera que le pagaran o iba a hacerle algo a mi madre— repetí.

—¿O sea que sí nos estás utilizando?

El rubio mayor frunció el ceño.

—Yo no...

—Era retórica— Nibbas habló por su hermano.

—Llegó a mí por ustedes— apunté.

—¿Cómo?— cuestionó Nick.

Se veía ¿enfadado?

—Supuestamente su hijo...

—Rayhan.

Los dos rubios miraron a Liam automáticamente, pero él no formuló nada hacia ellos y desvió la vista hacia la puerta. ¿Estaba pensando en irse?

—Vos lo besaste en un principio— señaló Nibbas—. ¿Por qué deberíamos creerle?— avanzó hacia sus hermanos—. ¿Si es su padrastro por qué le haría daño a su madre?

Todos volvieron a mirarme.

—No sé. Les juro estoy diciendo todo lo que sé.

Hice una mueca.

Nibbas rió irónicamente negando con la cabeza, y volvió a avanzar hacia mí. Nick nuevamente colocó su brazo delante de él.

—A mí me parece que estás mintiendo. ¿Por eso nos seguías a todos lados? ¿Para husmear? ¿Viniste al internado solo por nosotros?

Me mantuve en silencio tras oír a Nibbas.

Nick contempló a Liam. El castaño, en cambio, continuaba con su típico rostro indiferente.

—Creo que deberíamos irnos— formuló Nick antes de relajar su rostro.

Liam se volvió a dejar caer en el sillón, Nick avanzó y Nibbas continuó mirándome; sentía absoluto repudio por su parte, pero jamás entendí muy bien qué le había hecho. ¿Todo ese sentimiento era solo porque creyó que era una clase de "infiltrada"?

Nick se regresó sobre sus pies, miró fijamente a su hermano por algunos segundos y, sin decir nada, Nibbas avanzó.

Cerraron la puerta.

Me mantuve en mi lugar y miré a Liam contemplarme fijamente.

Me di la vuelta y caminé hacia mi habitación. No sabía en qué habíamos quedado con Liam como para pensar en compartir tiempo con él y tenía que descubrir dónde estaba mi padre, o tratar de conseguir el dinero que se debía.

El castaño no dijo nada tras verme avanzar y encendió la televisión.

En cuanto crucé la puerta mi celular sonó, era Ann. Dejé mi mochila sobre la cama y me senté a un lado antes de contestar.

—Necesitaba hablar contigo— fue lo primero que formulé.

—Y yo contigo— replicó.

—¿Qué pasó?

Suspiré.

—Me llamó tu psicóloga. No fuiste a la última sesión— recriminó.

—Fui a ver a mamá. Hacía fecha del aniversario.

—Eso no justifica que faltaras las últimas dos semanas— prosiguió.

—No tenía ganas, Ann.

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