Capítulo XII

183 6 29
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Capítulo XII


—Tú no eres un pasatiempo, Teresa— dice cogiéndome la cara para besarme a la fuerza, haciendo que me retuerza debajo de él.

—Axel, no hagas esto— digo apartándole lo suficiente como para escaparme de debajo suya— No hagas que me ilusione cuando esto es imposible. — digo con la respiración acelerada no sin antes ponerme una camiseta de mi hermano para taparme, mientras intento tranquilizar mi respiración.

—Solo es imposible si nosotros queremos— asegura haciéndome reír con amargura.

—¿Te estas escuchando? Tienes veintiséis años más que yo, una familia, un trabajo. Tienes un niño pequeño, maldita sea— digo a la defensiva sin mirarle a la cara, sintiéndome frustrada por haberme metido en tanto lio, por muy caliente que sea este hombre.

—No empieces con lo de la maldita edad, porque ambos sabemos que no te ha importado una mierda nunca— dice molesto desde la cama.

—Sí, pero yo soy menor de edad, ¿sabes la que te podría caer? — digo haciéndome un moño desordenado recogiendo todos mis rizos locos e intentando relajarme un poco.

—¿Te crees que me importa? Me he costado contigo ya un par de veces, da igual si seguimos o no. Tendría las mismas consecuencias— dice detrás de mí, haciendo que me tense—Teresa, te quiero. Y eso no lo puede cambiar nada, ni nadie— dice poniendo sus manos en mi cintura.

—No digas gilipolleces, maldita sea— siseo, molesta, separándome de él, al recordar todo lo que pasé este verano— No voy a volver a pasar por esto de nuevo— murmuro alejándome todo lo posible de él.

—¿De qué coño hablas?

—Fuera

—Teresa, no te pongas a la defensiva. — dice levantado la voz cabreado haciendo que me encoja un poco en el sitio, pero me recompongo casi al instante.

—Fuera— insisto molesta conmigo mismo, intentando apartar todas las cosas de mi mente, todos los recuerdos.

—No me voy a ir, joder— dice cabreado girándome para que le enfrente. —¿Qué coño te pasa?

—Te he dicho que te vayas— repito intentando contener mis sentimientos, e intentando soltarme de su agarre, en vano.

—Y yo te he dicho que no lo haré. Teresa, por el amor de Dios, dímelo—insiste desesperado suavizando el tono.

—Te quiero, Tessa...

—Y yo también, Lucas...

Mentira, todo era mentira.

—Teresa perdóname, ha sido un error— dijo levantándose de la cama de su habitación en la que estaba con otra chica.

—Como...— dije comenzando a llorar desconsoladamente.

Mi ángel de ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora