Quitarme del medio

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Esa misma noche, a las 11 PM.
Aparqué el coche tres calles más atrás. Lo conocían, no quería que me descubrieran ellos a mí. Iba vestida con pantalones vaqueros y una sudadera para pasar desapercibida entre los que aprovechaban esa noche de invierno para pasear. Lo cierto es que bajo mi sudadera guardaba mi placa y mi pistola. Mi larga melena oscura iba recogida en una alta coleta por si en algún momento me tocaba correr no se me metiera nada en los ojos.
Apoyé mi espalda en un muro, sé que por las noches es cuando más actividad en el tráfico de narcóticos se refleja. Justo delante tenía su edificio, y también a él. Un tío encapuchado esperaba apoyado en el edificio de enfrente, donde ellos vivían. No sabía diferenciar si era uno de ellos o tan sólo alguien quien los esperaba. Mis dudas desaparecieron cuando Tomlinson bajó las escaleras, entregándole a quien quiera que fuera ese tío una bolsa pequeña. Era mi turno. Louis se metió en un bar con letras luminosas (Probablemente una discoteca) y desapareció con dos chicos más. Corrí hasta ese chico al que Louis le había entregado algo y por sorpresa para él, lo agarré por detrás dándole un fuerte tirón.
-Agente Giovanelli, identifíquese.-No me respondió, volví a dar un tirón.- ¿Es sordo?
Bajé su capucha y al darse la vuelta con las manos arriba mostró su rostro, era joven, no más de 17 años y no menos de 15. Estaba a punto de llorar.
-No, señorita, por favor... Solo.. Solo quería divertirme.
-¿Qué tienes encima?- Dije sorprendida por su reacción. Las lágrimas recorrían su cara y me daba cierta pena hablarle mal.
-Solo son pastillas.-¿Sólo? Especulé irónica hacia mi interior.
-¿Se las ha vendido Louis Tomlinson?
El chico empezó a temblar.-No puedo decirlo, si digo quien me las suministra me matarán.
-Ya veo... Nombre y apellido.
-Marc Kingston.
Apunté su nombre en mi móvil.- Por desgracia me temo que tendrás noticias mías. Puede irse.
-Muchas gracias...-Dijo intentando seguir su camino.
-Pero antes, deme esas pastillas.
Vaciló pero finalmente me las tendió en la mano, aún temblando y marchó cabizbajo. Qué sangre más fría debe de tener Tomlinson para vender drogas tan fuertes a niños. Las guardé en mi bolsillo y me metí dentro del edificio.
Era fácil abrir una cerradura de una casa, para esta solamente me hizo falta una tarjeta con la que poder hacerlo. Me sentía en este momento más astuta que ellos. Abrí la puerta de la casa sin encender la luz del rellano, puede que alguno de sus amigos estuvieran acechando mis pasos desde sus casas. Cogí la linterna de mi Sony Xperia e iluminé la entrada a la casa. Todo estaba más desordenado que ayer. Todo estaba tirado por los suelos como si un ciclón hubiera arrollado con la casa entera. Mi destino era el salón, así que después de cerrar la puerta caminé con pasos cortos hasta ahí. Localizé la cuerda, estaba muy alta, pero podía ver un trozo de madera sobresaliente a la pared. Salté y de un fuerte tirón logré bajar la cuerda, y la madera a la que estaba atada. Un enorme corcho con fotos y flechas me encontré ante mis ojos. Eran los planes trazados hasta el momento. Eran las formas que tenían para conseguir que todo saliera tan perfecto. Y en una esquina, las fotos de mi padre... Y una mía. La mía tenía un enorme círculo en rojo, ¿Me querrían quitar del medio?.

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