Mi salvación.

CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO.

Observó a Blake desde que dijo aquello último. Se sentía traicionado y tremendamente molesto, quería golpearlo, ir al fin del mundo por Dante y Esteban y luego olvidarse de Álvaro, la organización y todos sus problemas. Pero no podía, porque, de una forma u otra, Blake y, sobre todo, Valentine, había descubierto qué era su talón de Aquiles, aquel chico que poco a poco Se había metido en su corazón, ambos lo sabían y lo habían usado contra él.

Sólo tenía una certeza; iba a regresar por Dante. Le aterraba la idea de involucrarse nuevamente en problemas diplomáticos que siempre tenían un trasfondo sangriento y cruel, pero le aterraba aún más el perder a Dante. Ya había perdido a Carlos años atrás y se negaba a perder al chico, no iba a soportarlo. James lo miró, podía ver las venas de su cuello y frente marcándose, el carácter del hombre era más explosivo, sabía que, al igual o más que él quería golpear a los dos hombres a su lado, sobre todo por usar a Esteban como moneda de cambio, sabía que, si Esteban no estuviese involucrado, James haría una guerra mundial con ese par, pero no era el caso y, ciertamente, no había nada que lo molestara más que el que lo obligasen a hacer algo que realmente no quería.

La espera terminó, subieron rápidamente al helicóptero, tenía que prepararse mentalmente para lo que estaba a punto de vivir, las cosas no iban a ser fáciles, no para ellos, no para su alma de por sí maltrecha y torturada por los recuerdos, sólo deseaba poder terminar con eso rápido y ver de nuevo a Dante, saber cómo estaba. El pensar en él hacía que le doliera el corazón, iban a pasar meses antes de que pudiera verlo.

•••

Habían pasado más de dos semanas, dos semanas en los que no habían tenido noticia alguna de James y Dakota, cada hora que pasaba lo hacía sentir peor, sentía la desesperación, la angustia y el enojo, Valentine se negaba a hablar con ellos, había intentado buscarlo un sinfín de veces, incluso había esperado afuera de su oficina para cuestionarlo, pero sus hombres terminaban alejándolo. Los habían mantenido encerrados en aquel deprimente lugar, todo era blanco y gris, todo tan triste y nostálgico, estaba volviéndose loco.

Andrew trataba de mantener la calma ante la situación, pero sabía que estaba preocupado, estaba preocupado por Dakota, por James, pero sobre todo por el estado de salud de Dante. Sabía que el enfermero se sentía culpable por no poder haberlo ayudado.

Y luego estaba Juan, a pesar de que su temperamento no era tan explosivo pues, había descubierto que el hombre era paciente, luego de tanta presión también comenzaba a desesperarse.

Luego de aquel primer encuentro, ambos no habían compartido mucho más, hablaban en ocasiones, pero no era muy seguido debido a él, se sentía culpable por lo que había hecho, como si le hubiese fallado a James, aunque sabía que entre ellos no había nada, pero, sobre todo, se sentía confundido con respecto a sentirse atraído de dos hombres.

Uno de los hombres que los había cuidado por semanas, se asomó por la puerta, su rostro serio y aburrido.

— Valentine quiere verte.

Se fue tan pronto como dijo aquello, se apuró a dirigirse hasta la oficina, había esperado demasiado para que pudiera hablar con el hombre y aquel era su momento.

Vio a Andrew al doblar hacia la oficina, Juan se encontraba adentro cuando ambos entraron. Observó el panorama, casi media docena de hombres armados estaban cerca de Valentine, se sintió alarmado, no podía confiar del todo en el hombre, pero tampoco pensaba que iba a actuar contra ellos, lo único que le preocupaba era Juan y el no saber cómo iba a reaccionar a ese tipo de presión.

— Siéntense —dijo Valentine.

Podía sentir la incomodidad en el ambiente, miró a Valentine por unos segundos, estudiándolo; no era un hombre fácil, las pocas veces que habían coincidido lo habían demostrado, no comprendía cuál era el alcance de ello, sabía que no habían hecho del todo bien al ir a ayudar a Dakota, pero tampoco pensaba que fuese algo mortal o algo que ameritara estar encerrados en un edificio de la organización en quién sabe qué parte del mundo.