—¿Y mamá? —pregunto desorientada soltando un bostezo.

—Allá. —apunta con la barbilla.

Mi vista se clava en mamá caminando alegre, con el cabello suelto y rodando su maleta, junto a Liv quién lleva el cabello recogido, y va vestida con unos short cortos, con una camiseta blanca de talla grande, rodando su maleta. A su lado va Gael, vestido con unos jeans de mezclilla, una camiseta negra y el cabello blanco despeinado, arrastrando su maleta. Y atrás de ellos van hablando Yuli, vestida también con short y una camiseta azul de talla grande junto a Dean quien viste unos vaqueros, una camiseta beigh y el cabello ruloso despeinado, ambos arrastrando sus maletas. Todos caminan por el sendero que nos lleva a la mansión.

Azael me entrega mi maleta y caminamos a paso lento detrás de ellos.

Las escenas del sueño surgen en mi mente torturándome. ¿Por qué? Yo así lo decidí y mi cuerpo, y mente deben aceptarlo. El haberlo encontrado hace un año me ha traído solo problemas, debo concentrarme en cumplir la misión que se nos dejó desde el día en que nacimos en vez de tener tontos problemas de amor.

¿Hasta cuando piensas estar así, ah? —pregunta mi loba Leticia en mi mente.

A veces el que haya tenido mi transformación y tenerla en mi cabeza, es como tener un grano en el culo insoportable. Sin embargo, después de ese fatídico día, ha estado conmigo y no sabría qué hacer sin esa inútil vocesita en mi mente. Ignoro su comentario mientras mi vista enfoca a mi madre y mis primos sonriendo felices.

<Ojalá tuviera mil razones para estarlo>

—¿Por qué? —pregunta Azael a mi lado.

—¿Por qué, qué? —pregunto sabiendo lo qué es.

—No te hagas la loca, picarona. —dice, con una sonrisa.

—El loco eres tú insinuando cosas que no son. —contraataco, siguiendo los pasos de mis primos.

Azael niega con la cabeza y se acerca más a mi.

—¿Por qué no sólo llamas a...? —inquiere pero no termina la frase por el golpe que le doy en el brazo—. ¡Deja la puta agresividad!

En ese instante mi madre mira por encima de su hombro regalándonos una mirada severa.

—Si quieres lo gritas a los cuatro vientos, imbécil. —siseo, molesta—. Ya sabes que no podemos decir su nombre o vendrá.

—¿Y qué hay de malo en que lo haga? —rebate con otra pregunta—. Después de todo es tu alma.

Me detengo abruptamente esperando a que el resto de mi familia siga su camino más adelante, y no puedan escucharnos.

—Yo no tengo un alma. —digo con hastío—. Y deja tus malditas tonterías.

—¿Cuando le piensas decir a Liv? —cambia el tema—. Pensé que era tu mejor amiga.

—Es mi mejor amiga, pero no es el momento. —me excuso.

Aún no creo que sea el momento de contarle tantas cosas que han pasado estos últimos cinco años de mi vida que me hicieron madurar, y según mi padre, convertirme en una mini versión de mi mamá.

Híbridos #3Where stories live. Discover now