Treinta y uno

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Salpicó su rostro con agua y apoyó ambas manos sobre el borde del lavabo. Ver su rostro lleno de cansancio no era nada del otro mundo, sólo que en esta ocasión había un razón que marcaba una enorme diferencia.

Estaba acostumbrado a dormir mucho y despertar casi siempre un minuto antes de que el despertador comenzara con su ruido infernal matutino, otras veces sólo decidía buscar un lugar tranquilo donde nadie lo pudiera molestar y así lograba dormir. Toda su vida había sido así.

Su madre siempre decía que él era el vivo reflejo de su padre, y no sólo físicamente, había heredado su increíble inteligencia y astucia, la capacidad de razonar, pensar, ir más allá de las probabilidades expuestas, Shikamaru era un chico muy capaz y no había persona que conociese hasta ahora que no se lo hubiera dicho.

Pero... Como en todas las situaciones existía algo de lo que quejarse...

Shikamaru era alguien irremediablemente inteligente, y a su vez, irremediablemente flojo. Sí, eso también lo había heredado de su padre. Verlo todo con lentitud, como si cada cosa que tuviese que hacer fuera un problema o algo innecesario de hacer. Le gustaba la comodidad de la tranquilidad, aunque muchas veces termimó por rodearse de la contrariedad a él.

Ahora, todo era diferente.

Su rostro cansado y esas ojeras se debían a una larga noche que aún no terminaba. Gracias al cielo no era una situación mala o de peligro.

Pasando una mano por su cabeza decidió que ya era demasiado tiempo perdido en el enorme baño del hospital y avanzó a pasos lentos por los pasillos hacia donde se encontraban sus padres y sus... ¿Cuñados? Hasta ahora ni siquiera había pensando en eso, la verdad es que en su mente sólo cabía Temari. Y su hijo, por supuesto.

Exhaló fuertemente sintiendo el sudor en sus manos, estaba ansioso y nervioso. Hace mucho tiempo que no se sentía así, son el estómago revuelto y el corazón en la garganta. Trataba de buscar un poco de paz, pero la situación ante sus ojos sólo hacía que se sintiera peor.

Conocía perfectamente bien a su padre, e incluso si estaba sentado sin mover ni un sólo músculo sabía que se encontraba tan nervioso como él. Sólo que era mucho más difícil que lo dejara ver. Ahí estaba, con la mirada pegada en la hilera de sillas frente a él.

Su madre estaba exactamente igual, sólo que ella estaba de pie con la espalda apoyada sobre la blanca pared, veía sus labios moverse y susurrar cosas, trataba de mantener la calma. Algo que siempre le dijo, que debía permanecer tranquilo y en calma, incluso si sentía el impulso de correr y correr.

Gaara, incluso con su seriedad característica de siempre podía verse alterado, caminaba de un lado a otro, quitando y poniendo sus manos dentro de los bolsillos de su chaqueta y pantalón. Tenía la vista pegada en el piso y de vez en cuando echaba pequeñas miradas hacia el frente, suponiendo que estaba a la espera de noticias nuevas igual que todos los presentes.

A quien más se le notaba el nerviosismo era a Kankuro, quien también caminaba de un lado y hacia distintas direcciones. Tenía el cabello revuelto y la ropa desarreglada, caminaba con las manos sobre la cabeza y después se devolvía, con la diferencia de que volvía tirando de su propia ropa, como si de alguna manera eso fuese a calmar en algo todo.

Shikamaru arrugó la nariz y continuó en silencio mientras cerraba los ojos. Estaba intentando ignorar los latidos apresurados de su corazón, es como si hubiese adquirido un micrófono y estuviera en altavoz. Estaba a punto de preguntarle a todos si podían oír lo fuerte que latía su corazón, estaba seguro que lo escuchaban.

Se mordió la lengua, estaba seguro que si se dejaba hablar terminaría por decir una que otra incoherencia.

—Si Temari estuviera aquí probablemente ya me hubiese pedido que me sentara y dejara de actuar como idiota.

The father of my son┊Shikatema Where stories live. Discover now