Cursed.

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Aziraphale siempre fue un ángel obediente.


En la jerarquía divina, era un principado, con el único propósito de supervisar todos los acontecimientos, políticos, económicos y militares que afectaban a la humanidad. Solo observaba. Era lo único para lo que estaba capacitado. Porque eso era lo único que el cielo necesitaba de un Omega.


Ser un omega en el cielo no era común, porque la mayoría se habían revelado y caído junto a sus Alfas. Muchas cosas habían cambiado en el cielo tras aquel acontecimiento, y desconocía si había más Omegas. Nadie en el cielo quería hablar de eso.


¿Cómo había logrado ser la excepción?



No lo sabía, en realidad no recordaba nada sobre los eventos que habían sucedido antes y durante la caída. Pero los otros ángeles solían decir que era lo mejor, y lo único que necesitaba saber es que se había salvado porque Dios le había tenido misericordia.


 

Debería sentirse agradecido, y apreciar lo que era, pero su condición parecía ser un problema para los otros ángeles. Constantemente lo acusaban de recibir un trato especial en todos los aspectos, sus quejas iban sobre cualquier cosa que hiciera o no hiciera, solían señalar lo fáciles que eran sus misiones, y el hecho de que tuviera una escolta de ángeles cuidando su espalda cuando tenía la necesidad de atravesar los sangrientos campos de batalla.
Lo criticaban duramente por disfrutar de esos privilegios, pero no lo hacía, en realidad todo lo que sucedía a su alrededor era inquietante. Algo le hacía falta, más que las atenciones amables del arcángel Gabriel, y mejor que las miradas condescendientes de los otros ángeles, que recelaban la atención de su superior.



 Aziraphale no disfrutaba ser un omega. Más que una bendición parecía ser una maldición. Y aunque no quería poner en duda la misericordia de Dios, a veces, sentía que la razón para seguir en el cielo tenía que ver con lo que no recordaba.


Una terrible perdida.


- Hay una nueva misión para ti.- La voz de Gabriel zumbo en sus oídos, mientras intentaba mantener su atención sobre esa incomoda mirada violeta. - Y el fracaso no es una opción.


- ¿De qué se trata? – Pregunto, siempre dispuesto y comprometido. A pesar de que el malestar lo abrumaba cada vez que se encontraba a solas con el arcángel. Su fuerte aroma a sándalo era asfixiante y difícil de tolerar.


- De un demonio.- Pronuncio de forma despectiva.- Tal vez has escuchado sobre él. Se hace llamar, Crowley.


Absolutamente, Aziraphale había escuchado ese nombre en los labios de los arcángeles. El demonio antes conocido como Crawley había surgido de la tierra del jardín del Edén para tentar a Eva, creando así el pecado original. Y ese fue solo el comienzo.


Discordia y tentación, una lengua hábil para mentir y mucha astucia, esos eran los infames talentos que lo convirtieron en un digno adversario a lo largo de la historia del hombre.


- Se ha burlado de Uriel, de Sandalphon...- Gabriel susurro, con una clara molestia en su voz.- Hasta de Michael. ¿Fuiste a Francia, no? Un desastre...


Aziraphale movió su cabeza para asentir, y por un momento distrajo su mirada sobre sus pies, mientras rememoraba las imágenes que se habían quedado en su memoria tras aquellos acontecimientos. La navaja sangrienta de la guillotina, las cabezas aristócratas, cayendo una tras otra, inocentes y culpables, la locura y el sadismo desmedido, durante toda una década.

As the world falls down  [GoodOmens]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora