i. la academia para mocosos malcriados

Mulai dari awal
                                    

John sonrió y cruzó la habitación para darle un abrazo y un beso en la cabeza a su sobrina.

—¿Empacaste todo?—preguntó observando la maleta al lado de sus pies.

—Si.—ella respondió, y sus cejas oscuras se fruncieron cuando una extraña sensación en la parte de su cabeza picó, avisándole que había olvidado algo. Ella trató de recordar lo que estaba buscando antes y entonces John abrió un cajón en una de las mesitas de noche y sacó una de sus copias de Mujercitas.

—¿Buscabas esto?—John preguntó en tono de broma y le devolvió el libro a Eliza.

Eliza rió nerviosamente, guardando el libro en su maleta, avergonzada de haber olvidado algo tan importante para ella.

—¡Entonces vamos!—John vitoreó, tomando su maleta y la de su sobrina.—¡A Hellton!

John salió de la habitación del motel, con sus bonitos zapatos golpeando el pavimento hasta que se detuvo frente a la cajuela de su automóvil. Tomó los bolsos que estaban en la mano de Eliza y los arrojó descuidadamente dentro del auto antes de cerrar la cajuela. Los dos caminaron hacia las puertas del auto, quedando frente a frente, abrieron la puerta y se miraron el uno a otro.

—Ahora, estar en una escuela tan prestigiosa es un trabajo duro y requerirá mucha dedicación, ¡pero puedes volar con gran éxito!—John exclamó mientras le sonreía de forma perversa a Eliza.

Ella arqueó una ceja.—¿Qué quieres decir?—ella rió.—A menos que tu vieja cabeza lo recuerde, no asistiré a las clases de Welton.

—No soy tan viejo, ¡pero te daré clases a ti y eso es una colina que debes conquistar!—exclamó, guiñándole un ojo antes de meterse en el auto. Eliza lo siguió.—De cualquier manera, verás que tengo razón. Será difícil, pero lo que aprendas en tu juventud darán forma a tu futuro.

—Claro, claro.—Eliza asintió con la cabeza, extendiendo la mano hacia la radio y la encendió; la suave melodía de Lonely Boy de Paul Anka comenzó a sonar.

John volvió su cabeza hacia ella para llamar su atención.—Aunque no soy un maestro convencional, especialmente en comparación con los otros imbéciles conservadores con los que trabajo, debemos ser cuidadosos. Esta es una muy buena oportunidad para ti y para mi. Debemos trazar una línea de lo que podemos y de lo que no podemos hacer, no podemos perder esta gran oportunidad por bromas o errores tontos.

—Por supuesto.—comentó Eliza, asintiendo con la cabeza mientras su expresión cambiaba a una de preocupación por su tío; debía aprovechar esta nueva oportunidad. Un nuevo lugar para vivir. Aquí, John podría hacer el dinero suficiente para ayudar a Eliza a entrar a una Universidad.—Debo mantener la cabeza baja, no hablar a menos que se me hable y debo tratar de mantenerme lejos de la facultad, incluso de los estudiantes.

John suspiró de forma ruidosa y acarició una mano de Eliza.—No quiero que te conviertas en una reclusa. Puedes venir conmigo a mi salón de clases y sentarte en mi oficina. Nadie lo sabrá. E incluso te dejaré participar en algunas de mis clases.—le dijo con una sonrisa.—Las más prometedoras, por supuesto.

—Eso estaría bien.—Eliza estuvo de acuerdo.—Tal vez me haga amiga de los niños mimados de Hellton.—rió mientras se imaginaba así misma acercándose a un grupo de chicos codiciosos que solo pensaban en el prestigio de su familia.

—Oh, una vez que se alejan de sus padres y se quedan solos en la escuela, te darás cuenta de que no son tan capaces e inteligentes como tú, querida.

Eliza sonrió, esperanzada por las palabras de su tío y entonces la desalentadora Academia apareció en el horizonte y a medida que se acercaban, todo se hacía más grande.

Después de estacionar el auto, John tomó la mano de Eliza entre las suyas y les dio un suave apretón.—¿Lista?—él preguntó.

—Lista.—ella respondió. John besó el dorso de su mano y luego apagó el auto y la tierna voz de Frankie Avalon dejó de sonar.

Era temprano en la mañana, los estudiantes y sus padres aún no llegaban. Solo el auto del director estaba estacionado sobre el estacionamiento.

El señor Nolan escuchó el auto de Keating cerrarse y los esperó en la entrada de la escuela. Lucía como un hombre malo, con el cabello blanco y los ojos azules muertos. Tenía un ceño fruncido que parecía estar siempre ahí.

—Señor Keating.—saludó el señor Nolan, el ceño fruncido fue reemplazado por una sonrisa.—Es un placer tenerte enseñando en Welton. Espero tener un buen año contigo.—dijo, estrechándole la mano.

—Yo también.—asintió John, volviéndose hacia su sobrina con una suave sonrisa.—Ella es Eliza Keating, estudiará conmigo durante todo el año escolar. Apreciamos enormemente que le hayas permitido quedarse aquí.

—Si, querida, lamento tu pérdida.—el señor Nolan dijo, tomando la mano de Eliza y estrechándola amablemente.

—Gracias.—ella respondió, fingiendo una sonrisa hacia el hombre.—Espero tener un año fructífero bajo su techo.

—Si, yo también. Solo sigue las pautas que he establecido y todo estará bien.—dijo Nolan y volvió su mirada hacia John.—Déjeme mostrarles su habitación.

El señor Nolan los condujo hacia las habitaciones de los maestros, donde a ninguno de los estudiantes se les permitía entrar. El pasillo era largo con pisos de adoquines y puertas forradas. El señor Nolan los condujo hasta el final donde descansaba una puerta al final del pasillo.

—Por lo general, esas habitaciones serían mías.—explicó el señor Nolan mientras abría la puerta frente a ellos.—Pero me pareció más apropiado que ustedes dos la usen.

—¡Oh, señor Nolan, estaríamos bien en una habitación individual!—John exclamó.

—Tonterías, una chica necesita su espacio, al igual que tú.—el hombre replicó.—Quería mantenerlos juntos, pero a la distancia adecuada. Hay un baño que conecta las dos habitaciones, por lo que si necesitan hablar, puedes hacerlo sin interrumpir al resto de la escuela.

—Gracias, señor Nolan.—John respondió con profundo agradecimiento ante las acciones del hombre.

—Por supuesto. Desempaque y prepárese para la ceremonia de Bienvenida y señorita Keating, puede unirse siempre y cuando se siente entre la audiencia.

—Gracias, me encantaría unirme.—Eliza sonrió y asintió con la cabeza.

El señor Nolan dejó a los dos para que desempacaran y se relajaran antes de que las cosas se pusieran demasiado ajetreadas.



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