Capítulo cincuenta y uno | Final

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Aiden

Me colgué la mochila en el hombro y salí directo a la escuela, pensando en que, tal vez, Emma estaría allí. No estaba preparado para verla, y para ser franco, tampoco es que se me apeteciera ver su rostro después de todo, porque sentía vergüenza por mis acciones, pero sobre todo, porque temía no resistir y terminar besándola.

Llegué temprano al colegio, algo que no era común en mí, y caminé hasta la cancha de fútbol a esperar que el tiempo pasara y la clase empezara. Por alguna razón, mientras caminaba por lo pasillos dirigiéndome a destino, sentí que todos allí me observaban, como si supieran lo que había pasado. Pero eso era imposible, nadie de ellos podía saberlo. Solo era mi imaginación la que provocaba que me sintiera perseguido. Y la culpa también era una de las razones.

¿Cómo aliviar el sentimiento de culpa? ¿Cómo hacerlo después de haber lastimado a la gente que más quería? La venta de drogas fue algo que hice para que estuviéramos mejor, para que pudiéramos tener una mejor economía en mi familia. Pero lo único que logré fue que nos hundiéramos. Lastimé a Emma, decepcioné a su familia, y me quitaron a mis hermanos.

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Saqué el porro de mi bolsillo y lo encendí. Estaba jodidamente hundido. El Aiden de hace días atrás se sentiría decepcionado al ver al Aiden de ahora, porque me encontraba haciendo lo que siempre critiqué. Mi madre llegó a mi mente, y solo pude notar cómo mi vida estaba convirtiéndose como en la vida que ella tuvo. El poco color que mis días tenían, se desvanecieron en el aire de un segundo a otro. Ahora mi vida era de un color negro. Me sentía muy perdido, y quitarme la vida era lo que rondaba por mi cabeza en estos últimos días.

A mis hermanos se los llevaron al otro día de que me metieran preso. Nick no estaba asustado, pensaba que lo llevarían a jugar con otro niños a una guardería, pero Cassie era mayor y entendía mejor las situaciones de la vida, y sabía que la estaban alejando de mí porque no era considerado como alguien capaz de cuidar a dos niños. Entendía que eso era debido a mis acciones, pero me comportaba como un egoísta y no podía aceptarlo.

La forma en que Cassie me miró fue tan fuerte, vi el miedo en sus ojos, y por más que me negué a que se los llevaran, no lo logré. Eran lo único que me quedaba. Lo único. Me dijeron que les encontrarían una mejor familia a ambos, que se asegurarían de que sus próximos padres fuesen competentes en el papel. Eso era algo bueno. Me gustaba pensar que, si alguien más los adoptaba, les podrían dar todo lo que yo no. Pero seguía sin soportar la idea de ya no poder cuidarlos.

La tristeza de sus ojos  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora