Capítulo cuarenta y uno

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Aiden:

Me alejé del cuerpo hasta que mi espalda chocó la puerta. Me mantuve allí parado, pensando, todavía con ganas de llorar pero sin poder desahogar aquellas gotas que pedían salir. Mis ojos deparaban en mi madre y le rogaba a Dios que esto no estuviera pasándome ahora.

Pero recordaba que su corazón no latía, que sus ojos entreabiertos seguían de la misma manera, las drogas en el suelo, la botella de alcohol... todo aquello era un golpe fuerte en la cara y el medio del pecho. Sentía un gran vacío en mí que nunca antes había llegado a sentir, ni siquiera cuando mamá me pegaba o me decía que hubiera sido mejor si yo no nacía.

Me sequé la primera lágrima y respiré pesadamente por milésima vez. No sabía bien qué hacer primero, quería acercarme a ella, pero me daba terror hacerlo, me daba miedo tocarla, me daba miedo volver a confirmar que no estaba viva. Aún existía una esperanza en mi interior.

Mamá era terrible en su rol.

Pero era mi mamá.

Y mamá no podía estar muerta.

Yo la amaba a pesar de todo.

—Mamá —volví a llamarla, pero otra vez mi llamado fue completamente en vano.

Salí del cuarto con torpeza y me aseguré de cerrar la puerta. Entré a mi habitación y tomé mi celular para marcar nerviosamente el número de ella. Emma en este momento era la única persona que se me venía a la cabeza y, a decir verdad, era la única persona que tenía en mi vida además de mis hermanos.

Era la única persona a la que yo le importaba de verdad.

Suspiré repetidas veces y el temblor en mí se notaba demasiado. Quería parecer firme, quería contener mi miedo y mi desesperación, pero no sabía cómo hacerlo. Necesitaba ayuda.

—¿Aiden?

—Emma —respondí apenas oí el sonido de su cálida voz. Sentí la fuerte necesidad de abrazarla de inmediato.

—Aiden, ¿pasa algo? No suenas muy bien —dijo al mismo tiempo en que un rayo caía.

—No, no lo sé... Yo... —me temblaba la voz—. Ha pasado algo en casa y no sé qué hacer. Necesito que me ayudes.

—¿Qué ha pasado? —preguntó asustada—. ¿Sucedió algo con los niños? ¿Están heridos? ¿Tú estás herido?

Me froté la cara.

—No, pero mi mamá... —me quedé callado, armándome de valor para decir las palabras más dolorosas que en ningún momento pensé que tendría que decir. Claro que había pensado alguna vez que, con tanta droga, mamá podría tener alguna sobredosis, pero nunca lo pensé tan fuerte. Nunca llegué a creerlo de verdad. Y fue estúpido no hacerlo—. Emma, creo que mi mamá está muerta.

—¡¿Qué?!

—No me responde, le hablo y no me responde. Hay alcohol y droga en su cuarto y... Y me he acercado a oír su corazón y no he escuchado nada, y no sé si es así realmente o si el miedo que tengo me está jugando una mala pasada, pero... Emma, necesito que me ayudes.

—Iré con mi padre hasta tu casa ahora mismo. Mándame ya la dirección. Y Aiden, llama a una ambulancia ahora mismo.

Colgué la llamada y le envié la dirección a Emma y le dije que dejaría la puerta abierta para que pudiera entrar.

Ya no me importaba las condiciones en las que mi familia y yo vivíamos, no me importaba nada más que mi madre y mis hermanos. Si llamaba a la ambulancia, la policía también vendría y registrarían la casa para buscar más droga. Si mamá estaba muerta, los niños ya no podrían estar conmigo, me los quitarían y los meterían al programa. Con mi trabajo y mi falta de tiempo en casa, claramente las cosas no saldrían bien para nosotros.

La tristeza de sus ojos  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora