Capítulo quince

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Emma:

El día casi llegó a su fin y sentí por primera vez en mucho tiempo que me la había pasado bien en el colegio. James me había hecho reír un montón y había logrado que le tomara un poco de cariño; volví era nada que ver a cómo se comportaba cuando estaba rodeado de todos esos amigos suyos, conmigo era muy amable, atento, caballeroso, pero un mal contador de chistes, todo hay que decirlo. Sin embargo, de lo malos que eran, me causaban risa.

Toda la clase de filosofía me la pasé con su compañía después de que me volviera a preguntar si podíamos o no sentarnos juntos para conocernos mejor. He de admitir que el recelo aún seguía en mí, y esperaba que en el futuro, si llegábamos a convertirnos en amigos, él siguiese siendo bueno conmigo.

Los vellos de mi nuca se erizaron cuando Aiden se colocó a mi lado.

—Aquí estás, hola —dijo y sonreí como boba.

—Hola.

—Mañana es mi único día libre, así que, si no tienes nada para hacer, ¿podría ir a tu casa? —se acomodó el pelo, nervioso. No había que ser adivina para decir que Aiden se sentía incómodo teniendo que pedir algo. Comprendía su estado, yo tampoco era de las que pedían cosas sin sentir una sensación rara en el cuerpo.

—¿A qué hora quieres venir?

—¿Puede ser después del colegio? —preguntó.

—Sí, es buena idea.

—Vi que tu padre es quien te busca del colegio. El lunes te vi subirte a su auto.

—El siempre me busca —dije y Aiden se detuvo frente a un casillero, por lo que supuse que era el suyo.

No sabía bien si quedarme o irme, pero dado a que aún teníamos cosas que hablar, me paré a su lado. Aiden abrió su casillero y observó sus cosas sin siquiera mirarme, lo que me hizo sentir que molestaba, pero luego recordé que quien quería que lo ayudara era él. Ya me tenía que ir a casa, mi padre seguro llegaría en cualquier momento, y si íbamos a quedar para mañana, entonces tendríamos que llegar a un acuerdo así yo se lo platicaba a mis padres.

—¿Cómo haremos a la salida? —dijo.

—Puedo decirle que nos lleve a los dos en el auto, o puedo preguntar si me deja ir caminando contigo hasta casa —respondí.

Bueno, en realidad, ya sabía la respuesta de la pregunta número dos, y es que sería nada más y nada menos que un «no» por parte de papá, y sabía que por más que mamá me dijera que sí, seguiría sin tener el permiso debido a que mi madre no querría desautorizar a mi padre. Los dos son los que deciden.

De todas maneras, lo entendía. Dejarme volver sola de la escuela y con un chico al que no conocían sería algo preocupante.

—Estaré esperando que me digas como hacemos —sonrió—. Ah... pero hay algo que también tengo que pedirte, si no es mucha molestia —hizo una mueca.

—Dime.

—No sé si mi mamá podrá cuidar de mis hermanos, así que...

—Si ella no puede, tráelos contigo. ¿Son pequeños?

—Sí.

—Entonces mi hermana Katherine estará encantada de recibirlos, le gusta mucho jugar con otros niños.

Aiden volvió a mirarme con agradecimiento y luego me dijo que mejor le diera la dirección que él iría caminando hacia casa después de buscar a sus hermanos. Claro, eso si es que su madre no podía llegar a cuidarlos. Quedamos en que al día siguiente me avisaría.

La tristeza de sus ojos  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora