Capítulo 13.

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La noche de las velas siempre pone un gran peso sobre mis hombros, pues la imagen de mis padres siendo asesinados por Silas Denavritz se repite en mi memoria una y otra vez.

Siento en carne propia el dolor de la perdida como si esa noche reviviera cada 7 de Junio. Es agónico, asfixiante y doloroso. Un sufrimiento que jamás podre aliviar.

Las calles como todas los años se encuentran atestadas de personas, el alumbrado pasó a un segundo plano para dejar como protagonistas a todas las velas blancas que las personas levantan hacia mi a medida que el automóvil avanza en dirección al coliseo.

Francis mantiene su mano en mi hombro antes de pasar al frente y dirigirme a la nación. Aunque nunca se lo haga saber, él en el fondo nota lo mucho que le agradezco haber tomado el papel de mi padre.

Una vez que doy un paso al frente, la multitud se reverencia a mis pies y mientras el pueblo se levanta veo entre los asistente a Vanir y a su madre, quienes sostienen un par de velas en las manos, cuya luz lucha contra el viento frío de esta desolada noche.

En verdad agradezco el que este aquí para mi, más que el resto de las personas y que el pueblo entero. Me llena el alma el hecho de verla en medio de la multitud compartiendo mi dolor.

Desde que mis padres murieron no he sido capaz de visitar su tumba. Me niego a ver sus nombres en una lápida cuando deberían estar a mi lado.

Me niego a pisar la tierra en donde ellos reposan, saber que su cuerpo se esta pudriendo bajo mis pies. Me rehúso a vivir esa decadencia.

Además, ¿qué podría decirles?, ¿qué los extraño?, ¿qué me perdonen por ser el causante de su muerte?, ¿qué aún no he logrado vengar su deceso?, ¿qué soy el hombre más desdichado en el reino? ¿Acaso debería revelarle a mi padre que vivo con temor día a día?

Podría decirles que desde su partida no he vuelto a sonreír, que nada me hace feliz y que estoy muriendo día y entre cada respiración.
Podría contarles un montón de mentiras con una que otra verdad envuelta entre todos estos años o solo decirles que es mi cumpleaños.

Cuando la ceremonia llega a su fin, voy de regreso al palacio, no sin antes pedirle a un guardia que vaya en busca de Vanir.

La quiero a mi lado en ese momento, necesito estar con alguien que me quiera, que no me permita sentirme tan solo, amargado e infeliz.

- ¿Te encuentras bien? - Cuestiona una vez que llegamos al palacio.

- ¿Qué te hace pensar que no lo estoy? - Replico dispuesto a no dar mucha información.

- Solo es un pregunta, pero si no quieres responderla esta bien.

Su mano toma la mía a medida que caminamos por el umbral directo a la sala central, luego a las escaleras y por último a la alcoba real.

Los guardias aún no se acostumbran a su presencia, sin embargo soy el más feliz al saber que tengo a alguien conmigo.

- No me gusta esta fecha eso es todo. - Espeto mientras cierro la puerta a nuestra espalda.

- Te entiendo, pero será peor si no hablas conmigo.

- ¿Qué quieres que diga? - Replico desabrochado mi capa y los primeros de la camisa. - Este es uno de los peores días de mi vida y no me gusta rememorarlo.

- Lo rememoras al llevar a cabo la noche de las velas, así que no estaría de más sacar todos esos fantasmas.

Sus manos van a mi torso para terminar de desabrochar el resto de los botones. Sube a mis hombros y saca la camisa por mis brazos.

El corazón del Rey. [Rey 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora