☣CAPÍTULO 16☣

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         Después de varios días avanzamos por la ciudad hacia el sur. Siempre hacia el sur.

         En el camino tuvimos que buscar provisiones. Encontramos un supermercado más o menos despejado con las puertas tapiadas. Glenn limpia el perímetro mientras Dale y yo nos escondemos desde el otro lado de la calle. Cuando despeja la zona nos llama y ambos corremos a la puerta, que él abre a base de hachazos.

         Adentro todo está más o menos saqueado, pero no parece haber amenazas y todavía hay productos desperdigados.

         —Abran bien los ojos —nos advierte Glenn, lanzándome un arma que cojo al vuelo, para luego avanzar hacia Dale y tenderle directamente otra, mirándolo con firmeza—. Y no bajen la guardia —recalca para él.

         Dale baja la cabeza y toma el arma sin rechistar. Me abstengo de interferir porque Glenn se gira de inmediato y se adentra en los pasillos desérticos. Dale y yo intercambiamos una mirada y él avanza primero, sosteniendo con firmeza la correa de Mila.

         Finalmente me decido a entrar, paseándome lentamente por los pasillos, al principio con temor, pero conforme pasa el tiempo me relajo y termino en el departamento de productos de belleza, embolsando desodorantes, perfumes, cremas para peinar y hasta pinta uñas. Sé que nada de eso es primordial, pero me hace ilusión volver a usarlos. Paso al departamento de ropa y me pruebo varios conjuntos hasta que consigo un look que me agrada, de jeans negros, playera roja y chamarra verde.

         Continúo hacia el fondo de la tienda, pero me distraigo en la sección de juguetes. En realidad, me distrae uno en específico. Una muñeca de trapo, de vestido azul y cabellos de estambre amarillo. De pronto la nostalgia me invade.

         Cuando era niña, jugando en el parque, rompí mi muñeca favorita. Era una Barbie hermosa de vestido azul y cabello dorado. Le arranqué la cabeza cuando me deslizaba por el tobogán. Me quedé llorando en el piso desconsoladamente, hasta que Matt vino corriendo a levantarme y limpiarme la ropa. Le enseñé la muñeca decapitada mientras me frotaba los ojos. Él se rio de mí, llamándome patosa, pero por la tarde, cuando estábamos en casa, regresó con una pequeña muñeca de trapo, con ojos de botones y cabellos de estambre. No era la misma muñeca, pero me gustó tanto que olvidé casi de inmediato a mi pobre Barbie decapitada.

         Tomo la muñeca entre mis manos, acariciando su rostro de tela. No había vuelto a ver una en tantos años. Finalmente la guardo en mi mochila y sigo avanzando.

         Después de un rato encuentro a Dale en un pasillo, contemplando una vitrina rota donde cuelgan varios arcos deportivos. Me acerco y él me mira con una sonrisa tímida.

         —Es increíble —comenta—, la gente se llevó todo, menos los arcos profesionales. Supongo que no cualquiera sabe usar uno.

         —¿Tú sí? —pregunto mientras contemplo el artilugio. Es grande y complejo, con varios engranajes que le permiten retractarse.

HOSPEDANTES ©Where stories live. Discover now