☣CAPÍTULO 15☣

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         Al caminar por las calles desoladas el peso del ambiente me aplasta. Miro sobre mi hombro. Dale avanza cabizbajo sujetando la correa de Mila. Frente a mí, Glenn nos lidera, abriéndose paso por zonas poco riesgosas.

         Llegamos a un deshuesadero al atardecer. La puerta está abierta y Glenn se cuela con sigilo, barriendo la zona con la mirada y adentrándose cada vez más. Dale y yo le seguimos lentamente.

         Yo empuño mi navaja mientras me acerco a una esquina con puntos ciegos. Me tranquilizo al ver que no hay peligros cerca, pero de pronto un ruido estridente detrás de mí me sobresalta. Al girarme veo a Dale, que ha tropezado con un montón de chatarra, arrastrando un par de carcasas que caen estrepitosamente.

         Ambos nos miramos asustados y de inmediato un puñado de zombies aparecen por la entrada, avanzando directo a él. Termina acorralado sobre el capó de un auto, con un zombie frente a él y otro trepando a sus espaldas.

         Corro en su auxilio, clavando mi arma en la cabeza del que sube al auto, pero no bien lo he matado cuando otro par de zombies se me acercan. Me pego al coche, tratando de acapararlos, pero en cuanto los aparto con una patada, otro más me alcanza. Aparto su boca como puedo, sujetando sus hombros, pero pierdo fuerza a cada segundo. Grito con todas mis fuerzas, sintiendo el terror apoderarse de mí, cuando una mano fiera sujeta la cara hambrienta y le estampa la cabeza contra el suelo. Me quedo hiperventilando cuando veo a Glenn apartar a los andantes, aplastándolos bajo su arma y sus pesadas botas. Consigue él solo liberar a Dale, que está inmóvil sobre el auto.

         Sin embargo, los andantes siguen entrando y tiene que recurrir a las balas para hacerlos retroceder.

         —Meryl —me grita, sin dejar de disparar—, cierra la puerta, ¡ya!

         Mi cuerpo reacciona solo y echa a correr hacia la enorme puerta metálica corrediza, y hago un esfuerzo titánico para empujarla. Consigo cerrarla casi al completo, pero los zombies siguen asomando cabezas y brazos, que Glenn tritura de tajo con su hacha, permitiéndome por fin cerrar del todo.

         Pasado el peligro, nos miramos por unos segundos. Ambos agitados, yo temblando y él cubierto de sangre. Y entonces suelta un gruñido y se da la vuelta hacia Dale, que sigue petrificado y con la vista perdida. Lo alcanza en un par de zancadas y lo toma del cuello de la camisa, levantándolo del auto, y lo encara furioso mientras Mila le ladra.

         —¿Qué demonios pasa contigo? —le suelta con rabia—. ¿Quieres hacer que nos maten, pedazo de idiota? —Lo zarandea, pero él no reacciona—. Escúchame bien, subnormal. Vas a tener que dejar esa actitud de perro apaleado y espabilar, antes de que yo mismo te la quite a patadas, ¿entendiste?

         —¡Glenn, para! —Corro hacia ellos, con la firme intención de apartarlo, pero entonces él lo suelta con fuerza sobre el auto, golpeándolo contra éste.

HOSPEDANTES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora