El dorsal 13

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Los días fueron pasando poco a poco y antes de que pudiera darse cuenta volvía a ser viernes. Esta vez Alba había decidido volver a acompañar a Carlos al partido de Natalia. No sabía que era lo que esperaba encontrarse cuando volviera a tener a la morena de frente. Una parte de sí misma esperaba que no estuviera demasiado enfadada, otra que al menos reconociera su existencia. 

Y es que con el paso de los días su estado de ánimo había ido oscilando entre la alegría absoluta por estar mejor del tobillo hacía la desesperación por no saber como afrontar sus nuevos sentimientos.

- ¿Estás enfadada porque tu cita con esa chica no funcionó? - preguntó Carlos al notar su falta de conversación. 

Negó con la cabeza. 

- Estoy más enfadada porque no he sabido nada de mi... "amiga", desde la cita - admitió entrecomillando sus palabras.

- Vaya, ¿ya ha ascendido a amiga? - se burló su amigo, intentando animarla. 

Resopló en voz baja. 

- No me ha vuelto a dirigir la palabra desde aquella noche, no porque no lo haya intentado... porque le he enviado muchos mensajes - dijo - Solo es que... hace tiempo que no me sentía así y estoy un poco decepcionada conmigo misma - lo miro a los ojos al ver su confusión - Conmigo misma por no aceptarlo cuando tenía que hacerlo, quiero decir. 

- Entonces, ¿admites que te gusta? - preguntó - Julia me contó tu plan sin fisuras de salir con... ¿cómo se llamaba? ¿Silvia? Me parece que no te funcionó demasiado...

Respiró hondo y lo soltó lentamente. 

- Eso parece... 

- ¿Y qué vas a hacer? ¿Le vas a decir como te sientes? - preguntó curioso. 

- No lo sé - murmuró - Solo... necesito que vuelva a hablarme - bajó la mirada, decaída. 

- Lo siento, Reche - frunció el ceño. 

Se encogió de hombros y ambos devolvieron su atención al partido. 

Natalia se encontraba en el terreno de juego jugando una segunda parte de un partido que, obviamente, iban ganando. Era realmente atractiva con su top gris corto que llevaba debajo del peto azul que identificaba a su equipo, su pantalones negros cortos, sus calcetines por las rodillas... aunque la había visto con mucha menos ropa no pudo evitar sudar al verla. 

El pitido que dio la colegiada para dar inicio al saque de esquina la sacó de su ensimismamiento unos minutos después. Levantó la vista y la vio correr. Deslizaba sus manos por su cabello corto, apartándoselo de la cara, se inclinaba sobre sus rodillas después de una dura carrera haciendo que su culo quedara a la vista de toda la grada, y de mí, se despegaba la camiseta demasiado pegada a su torso sudado, del cual, podía apreciar a la perfección todos y cada uno de sus abdominales. 

Habían ido delante del marcador por 5 a 4 durante mucho tiempo, y aunque habían dominado gran parte del partido, estos últimos minutos parecían atragantárseles a todos. 

¿De verdad estoy nerviosa porque el equipo de Nat gane? 

Sí. 

No, solo quiero que Nat gane, su equipo en general me da igual. 

Ajá. 

Ugh.

Estaba siendo su peor partido hasta la fecha, cada vez que tenía el balón entre los pies, algún jugador del equipo contrario se lo arrebataba sin problemas. De las dos faltas que había lanzado, ambas habían acabado fuera del campo. Se movía con menos soltura de lo habitual, se tomaba más tiempo en los lanzamientos... Parecía como si no fuera ella misma.

Una fina líneaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora