La amabilidad

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Con el móvil en la oreja, esperaba que Carlos respondiera. Respiró hondo y empujó la puerta para entrar al edificio en el que vivía Natalia. No era capaz de recordar el piso. Solo sabía que era la puerta 13, igual que su número de camiseta. 

El número de la mala suerte, si es que me tengo que reír.

Exageras un poco, el otro día no te quejabas tanto. 

¿Desde cuando mi consciencia me da lecciones?

Vale, vale, me callo. 

Tenía la camiseta de Alicia y una nota que decía: "Aquí te dejo la camiseta, gracias". Ese era el motivo por el que estaba de nuevo allí. 

Nada más. 

Había vuelto a casa después del trabajo y se había encontrado con aquella prenda entre la ropa limpia, por lo que decidió devolvérsela antes de que la pelirroja fuera a echarla de menos. Además, era lunes por la tarde y Natalia estaría en la tienda. Era el momento perfecto para llevársela sin tener que verle la cara antes de irse con Carlos a tomar algo por ahí. 

Sin embargo, su amigo parecía no estar disponible en ese momento. 

Ugh.

Resopló y colgó la llamada, dispuesta a enviarle un mensaje rápido con la mano que tenía libre. Pero cuando dobló la esquina, se topó con alguien. Empezó a articular unas disculpas antes de levantar la vista y ver quién era. 

Bueno, al menos no iba tan mal encaminada. 

- Hola. No esperaba verte por aquí tan pronto - dijo sarcásticamente el hermano de Natalia. 

Se quedó en blanco por un momento antes de analizar lo que el joven le había dicho. 

- Uhm... ¿perdona?

- Supongo que Natalia no te mencionó que vivía conmigo - Santi sonrió señalándose a sí mismo - Típico en ella. 

Alba entrecerró los ojos y sacudió la cabeza. Si hubiera sabido que la morena vivía con alguien, hubiera sido mucho más... silenciosa. 

- ¿Cómo lo sab...?

- ¿Qué como sé que eras tú? - terminó la frase por ella - Te vi salir. Pero no te preocupes, no escuché nada. Poco después de venirme a vivir con ella aprendí bien la lección. Digamos que he invertido parte de mi sueldo en tapones para los oídos. Así que no escuché ni pío - se detuvo, haciendo el gesto de la cremallera en su boca - Bueno... tal vez un poco al principio, pero fue antes de que me diera tiempo de asumir que se había traído a alguien a casa - sonrió de lado. 

- Joder - gimió Alba, dejando caer sus hombros. 

Eso era bastante vergonzoso para ella. 

- Parecía muy orgullosa después de que te fueras, por cierto - continuó. 

Levantó la cabeza con el ceño fruncido. 

- ¿Se lo ha contado a todo el mundo? ¿Verdad?

- Claro que no. Mi hermana no es así. Y no te preocupes, no tampoco se lo voy a contar a nadie. 

- Mejor, o te patearé el trasero - murmuró Alba. 

Santi se rió. 

- ¿Y bien? ¿Qué haces aquí?

- Vengo a dejar esto - agitó la camiseta en su mano para que la viera. 

Santi rió y arrugó un poco el ceño. 

- Tengo que irme a trabajar, así que te dejo con ello. Nos vemos - se despidió con la mano. 

- Sí... - murmuró mientras veía como se alejaba de ella, riendo por lo bajo. 

Una fina líneaWhere stories live. Discover now