Mía Ramírez (17)

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Uno, dos, tres, cuatro, cinco, Carah está llorando como nunca la había visto llorar por nada

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Uno, dos, tres, cuatro, cinco, Carah está llorando como nunca la había visto llorar por nada.

Seis, siete, ocho, nueve, Tyler se retuerce los dedos. Si sigue con esto jamás volverá a dibujar.

Diez, once, doce, Lara Benson sumergida en un charco de sangre.

Trece, catorce, Twyla se rasca el cuello con la pata trasera.

Quince, la puerta está cerrada con llave... ¿verdad?

Malditos quince asquerosos pasos de mierda. Maldito psicólogo de quinta. Qué plan anti ansiedad ni qué malditos diablos.

A los quince años entré en depresión por un par de problemas de los que no quiero dar muchos detalles. Fue la única cosa que hice y Carah no: ir al psicólogo. Las dos siempre hemos tenido casi la misma personalidad, solo que hay este lado interno de mí misma que nadie conoce y que siendo honesta no es muy saludable para mí ni para nadie, es ese el lado mío que mis padres (y el psicólogo, después de ellos) trataron de aplacar.

Mis padres me enviaron a un psicólogo particular. Luego de unas tantas sesiones él llegó a la conclusión de que yo solía sufrir pequeños cuadros de ansiedad antes situaciones variadas. Es por eso que elaboró para mí el "Plan Anti Ansiedad". Consistía más que nada en un juego numérico y de observación. Quince. Debía contar hasta quince agrupando de cinco, luego de cuatro, luego de tres, de dos y de uno. Después de cada grupo debía describir lo que veía a mi alrededor. Según él, contar me ayudaba a combatir eficazmente la sensación de intranquilidad, y describir mi panorama me ayudaba a convencer a mi propia mente de que todo estaba bien.

No entiendo qué puede estar bien en este momento.

—Tenemos que salir de aquí —susurro.

Nadie me escucha.

Carah está sentada en el suelo con la espalda apoyada sobre la pared, con la cara enterrada entre las manos y llorando tanto y con tanta fuerza que podría morir en este momento de dos formas nada complicadas: 1) atrayendo con sus histéricos sollozos al pistolero y 2) Expulsando sus malditos pulmones por la boca.

Amo a Carah. Ella es mi hermana. Pero en este momento siento que me estoy ahogando en oleadas pegajosas de mi propia angustia, y eso no hace más que asustarme.

Tyler está arrodillado junto a la puerta cerrada con las manos juntas, como si estuviera rezando. Pero no reza, solo se retuerce sin parar los dedos, haciéndolos crujir y crujir sin control. Twyla sigue a los pies de Carah, tan fiel a ella. A lo mejor nota lo mucho que se parece a su hermana Emily, o que huele casi como ella.

—Tenemos que salir de aquí —repito.

Pero siguen sin escucharme. O por lo menos no tienen la intención de hacerme caso. Así que me pongo de pie y se los exijo.

—¡Tenemos que salir de aquí! —exclamo.

Y repentinamente los dos me están mirando como si acabara de presionar el detonante de una bomba nuclear.

Cuatro de agosto © [MEMORIAS #1]Where stories live. Discover now