Daniel Avery (18)

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Cierra la puerta y se me estremece por completo la piel

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Cierra la puerta y se me estremece por completo la piel. De inmediato su mano viaja hacia mi nuca y sus labios entreabiertos aterrizan sobre los míos. En una escala animal, este chico besa como un tiburón. Terco, salvaje, despiadado, sin una pizca de indulgencia.

Cuesta creer que sea tan pequeño. Cuesta mucho creer que el impredecible David Bike sea mío.

La primera vez que le hablé, hice un comentario acerca de su apellido. Acababa de averiguar cuál era su nombre por medio de mis fuentes confidenciales y no había podido dejar de considerarlo divertido.

—Hola —le dije.

Levantó la mirada de su libro hacia mí, pero volvió a bajarla sin mucho interés. A cualquiera este le hubiera parecido un gesto completamente descortés y grosero, pero yo lo encontraba tan sexy que ni siquiera me preocupé por resistir el impulso de morder mi labio inferior.

—Soy Daniel. Danny. Puedes decirme Danny —continué.

Ni miau, me dijo.

Ni siquiera se dignó a mirarme otra vez.

—Estás en mi clase, somos compañeros. Creo que llegaste... —mi frase fue interrumpida por los gestos del chico que, con una expresión de incomodidad, me señalaba los audífonos negros que traía puestos.

—Oh, claro —sonreí de forma torpe.

Sentado a solas en su pupitre en un salón lleno de murmullos previos a la primera clase del día, continuó con su lectura, moviendo la rodilla de un lado a otro al ritmo de la canción, la que fuera que estuviera escuchando.

Oh, yo moría por saber qué canción estaba escuchando.

—Eres David Bike, ¿no?

Fui testigo de cómo prácticamente se arrancó los audífonos de los oídos y cerró el libro con brusquedad.

—Me llamo David Bike, dieciocho años. No me gustan las personas. De hecho, si el autismo fuera opcional, yo lo elegiría. Nadie molesta a una persona autista.

—¿De verdad tu apellido es Bike?

Pueden llamarme estúpido, adelante. Pueden llamarme idiota, o tarado, pero yo puedo jurar que no ignoré todas esas balas verbales a propósito. Para mí se sintieron como un grupito pintoresco de mariposas coloridas y brillantes que salieron de su boca y fueron a dar contra mi rostro.

—Sí —respondió.

—¿Bike, en serio?

—Sí, ¿y?

—Quiero decir, tu apellido significa bicicleta...

—Vaya, pensé que esa broma se acabaría en la primaria —audífonos a las orejas, libro abierto.

Abrí la boca para decir algo más, pero finalmente la cerré sin pronunciar palabra. Las señales eran señales, y yo sabía detectar un "lárgate" cuando me lo ponían entre líneas.

Cuatro de agosto © [MEMORIAS #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora