Saludo a George, el jefe de seguridad. Camino rápido hacia el aviario, hacia mi puesto, hacia donde me debe estar esperando Noah con los brazos cruzados y mirándome con los ojos entrecerrados. Creo que puedo adivinar ya desde este momento su expresión de "te-lo-dije". Esa expresión es bastante frecuente cuando se trata de mí.

Hubiera corrido, pero soy asmática. Esa ha sido siempre mi limitación.

—¡Ya llegué! —anuncio en cuanto avisto a Noah barriendo la entrada del aviario.

Él se da la vuelta y me mira como si yo no tuviera remedio. Suspira y sonríe.

—Buenos días, Lauren —saluda.

Me pongo de puntillas y le doy un beso en la mejilla. Se lo hubiera dado en la boca, pero siento que no me lo merezco por el momento.

Danny y David están ya dentro de la jaula, así que corro a saludarlos.

—Chicos —digo, haciendo un choque de puños con cada uno.

—Lauren —dice David.

—Hola —sonríe Danny.

Sospecho que está tan particularmente feliz por algo relacionado con Dave. Ellos creen que no lo sabe nadie, pero a leguas se nota que se traen algo entre ellos. A Dave tal vez no, pero sí a Dan. A él la chispa del amor se le escurre por los poros.

Vuelvo con Noah luego de haber saludado a los chicos.

—¿Qué pasó ahora? —me dice, enarcando una ceja.

—Te juro que no lo sé —respondo con sinceridad.

No lo sé. En realidad, no es que siempre despierte tan tarde, solo que la hora se va. Pero hoy sí me levanté tan tarde que dudé por unos minutos del lugar en el que me encontraba. Todo se confabuló para que me retrasara todavía más y más. El destino no quería que saliera. Pero, en fin, lo bueno es que al final salí de todos modos.

—Bueno, es sábado, habrá niños y mucha gente —me dice—. ¿Me ayudas a alimentarlos?

—De acuerdo.

Cargo una bolsa de semillas y lo sigo hacia la primera jaula.

Cuando supimos de este puesto quisimos venir a preguntar de inmediato. Hubiéramos elegido los mandriles o leones, pero de haber una complicación y tener que salir corriendo, yo no podría hacerlo y lo más seguro es que Noah me defendería, y saldría lastimado, y entonces yo nunca más me lo perdonaría.

Las aves no son peligrosas. Sí, a veces pican, pero por lo general son agradables. Es decir, nunca te vas a ver obligado a correr a pesar de tu asma para escapar de un ataque de ellas (o al menos eso espero). Además, quería estar con Noah, y a él le gustan mucho las aves.

Él solo está aquí por el verano. Luego volverá a la universidad y yo me quedaré aquí. Noah tiene diecinueve años y un futuro brillante. Yo tengo veinte y... pues... tengo un perro. Se llama Berry.

No es que no quiera ir a la universidad. Por supuesto que quiero ir para tener un futuro cuando menos decente, y sobre todo cada vez que alguien me mira condescendientemente al enterarse de que mi novio (menor que yo, por cierto) va a la universidad mientras yo me quedo en casa ganando dinero por cuidar niños, barrer jardines y jugando con el perro.

Pero mis padres aún no están listos para que yo me vaya. En primer lugar, por mi condición, se supone que no podría mantenerle el paso al resto de personas como cualquiera. Eso los tendría preocupados. No quiero más preocupaciones para ellos.

En segundo lugar: si yo me voy, ¿quién cuidará de ellos? No tengo hermanos, y si los tuviera, yo sé que no estarían con ellos como yo lo estoy. Me parece que estoy mejor aquí por ahora.

Cuatro de agosto © [MEMORIAS #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora