Capítulo 4

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Se me cae el pelo cómo me pillen en un dormitorio masculino.

Rápidamente miro al chiflado preguntándole con la mirada qué hacemos.

El chico moreno que había hablado al principio interviene.

— ¡Métete debajo de la cama!

Ni de broma. No me quiero imaginar lo que me encontraré ahí; a saber cómo hacen estos dos la limpieza.

— Estáis locos si pensáis que voy a hacer eso. ¡Seguro que está sucio!
— ¿Se te ocurre otra cosa? — pregunta el chiflado de forma irónica.
— ¡Seguro que está lleno de polvo! ¡Y pelusas!
— Escucha princesita, es eso, o que los tres nos la carguemos. Elige.—murmura Asier.

— ¡Ya he avisado que entro!

¿Qué hago? Veo cómo el pomo de la puerta se está girando y cómo yo voy a estar expulsada por segunda vez en el día.

De repente noto una mano sobre mi muñeca que me arrastra y me lanza encima de la cama.

Genial, ahora también se dedica a lanzar personas.

Con un gesto rápido se tumba a mi lado y nos cubre a ambos con las sábanas, de forma que a mí no se me ve, y a él sólo la cabeza.

Apenas puedo respirar. Tengo calor; no sé si porque estoy más tapada que en invierno o por la carrera de antes que me ha dejado sin aliento.

Rezo en mi interior para que todo salga bien.

Oigo la voz del chico moreno.

— Hey, ¿Qué pasa? Tío, no nos caes mal, pero es la segunda vez que te pasas por aquí esta noche.
— Lo sé, pero me ha parecido oír la voz de una chica por esta zona y estoy revisando otra vez los dormitorios de este pasillo.
— ¿Una chica? Imposible, de hecho, deberías decirle a este rubiales que salga un poco más por ahí. ¿Sabes a lo que me refiero, no?

Ay, necesito respirar. Muevo un poco la sábana sutilmente para que me entre un poco de aire. Adivinad quién, vuelve a colocar la sábana como estaba antes.

En serio, necesito aire fresco. Vuelvo a mover la sábana.
Él vuelve a dejarla como estaba.

¿Qué parte no entiendes de que necesito respirar, tonto?
De nuevo, muevo la sábana.
Y él, cómo no, la coloca igual que antes.

Le doy un codazo para que pille la indirecta.
Suelta un <au>; ni que le hubiera dado tan fuerte.

— ¿Qué te pasa?

Otra vez la voz del vigilante. Supongo que se lo estará preguntando al chiflado por haberse hecho el dolorido.

— Oh, mm, nada, solo...me he mordido la lengua.

Qué excusa más mala.

— ¿Te has engordado? Te veo más... ¿grueso? ¿No hacías deporte?

Sí, grueso, es lo que tiene que dos personas estén escondidas bajo las sábanas.

— Sí... bueno...digamos que... como mucho.
— Oh, ya veo.

¿El chiflado hace deporte? Ahora me acuerdo. Esos ojos color miel a través del casco. Por un segundo me hipnotizaron.

¿Será que son la misma persona? No puede ser.

¿No?

— Bueno chicos, debo irme. Descansad.

Oh, por fin se va.

Oigo que la puerta se cierra y casi instintivamente me destapo, para después  levantarme de la cama.

Beat you, but love youWhere stories live. Discover now