Doctor Taylor | Maylor | (+18)

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Agotadora. Así es como define Roger Taylor, atractivo odontólogo de treinta y dos años, lo que va de la jornada laboral de este viernes. Una dolorosa endodoncia al señor Robinson muy temprano; extracción del segundo molar cuya avanzada caries no dejó opción a otro tratamiento para la señora Smith. Tres pacientes de los que no recuerda el nombre, pero sí que les hizo profilaxis y un adolescente con molesto bruxismo al que le prescribió un protector bucal.

Un par de horas y algunos pacientes después, el doctor Taylor sale del consultorio haciendo gala de su porte para despedir a la última paciente de la tarde.

La mujer de unos cincuenta años suspira al recibir la sonrisa cautivadora de color blanco inmaculado y perfectamente alineada de su dentista, quien a su parecer, bien podría ser modelo de Calvin Klein.

—Nos vemos dentro de un mes, señora Miranda —Taylor le regala otra sonrisa perfecta a la mencionada mientras se quita los guantes de látex y los arroja al cesto de la basura— No olvide que hay que cambiar su crema dental ya que es lo que le está dañando el esmalte.

—Muchas gracias, doctor Taylor. Es usted como un ángel caído del cielo.

El odontólogo ríe por el halago mientras hace un gesto de agradecimiento a la mujer que después de echar una última mirada a ese ángel con bata blanca, sale del sitio.

Y es en ese momento, en el que solo quedan él y su nueva asistente, cuando por fin se siente en libertad de dejarse caer dramáticamente en el sofá y recargar la cabeza en el escritorio de la mujer. Levanta el rostro y exagera el gesto de cansancio que le abruma el rostro.

—Dime por favor Ellen, que ya era la última paciente del día de hoy. Estoy muerto —vuelve a recargar la cabeza en el escritorio mientras pierde la mirada en la réplica de la Starry Night, que adorna discreta la pared y sonríe pequeño.

La mujer de cabello rojizo echa una última mirada a la agenda y regresa a ver a su jefe con una sonrisa.

—Era la última, doctor Taylor.

Roger se acomoda un poco en el sofá y estira sus cuatro extremidades hacia adelante con una elasticidad casi felina.

—Entonces vámonos. Disfruta el fin de semana —Sonríe de forma cálida y amable mientras observa cómo la mujer toma su bolso para poder retirarse— Solo no olvides llamar al proveedor de los insumos de curación el lunes muy temprano.

La mujer toma nota para no olvidar el pendiente y regresa a ver a su jefe con un gesto como si intentara recordar algo.

—El expediente se encuentra ¿en?

—El segundo anaquel de derecha a izquierda en el tercer cajón.

Anota otra vez y sonríe con un poco de pena—. Claro. Prometo ya no olvidarlo y aprender más rápido.

Taylor niega y vuelve a sonreír—. Tienes dos semanas trabajando aquí, lo estás haciendo bien. No te preocupes.

Ella hace un gesto de agradecimiento y se levanta de su silla mientras Taylor la observa con calma sin moverse ni un centímetro del sofá. De esta forma es que intenta reunir fuerza de voluntad para levantarse también y abandonar el consultorio.

Ellen mira a su jefe y agita la mano en señal de despedida, pero su intento de pronunciar un adiós es interrumpido por el timbre del teléfono. El odontólogo le hace una seña para indicarle que él toma la llamada, pero la mujer niega con una sonrisa y levanta el auricular del aparato.

— ¿Consultorio del doctor Roger Taylor?

La pelirroja atiende con paciencia la llamada dando alguna información que le es solicitada hasta que llega el punto en que emite una negación rotunda.

One Shots Maylor Where stories live. Discover now