Wonderful Tonight

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La pequeña Allison.

Seis años, largo cabello rojizo, con pequeñas pecas que adornaban sus mejillas y los costados de su diminuta nariz. Parlanchina y valiente. Allison; esa pequeña paciente que Brian siempre recordaría.

Llegó una madrugada a la sala de urgencias en los brazos de su angustiado padre con la frente sangrando a borbotones. Sin perder tiempo el doctor May la examinó quedando sorprendido de que la pequeña estuviera de lo más tranquila, sin llanto, sin miedo incluso hablando con cualquiera que se aproximara al cubículo donde estaba siendo atendida.

Después de asegurarse que aquello no era más que un corte, profundo pero nada peligroso, con la mirada recorrió la sala de urgencias buscando a algún interno que hiciera la sutura.

Y ahí estaba él: con su cabello rubio recogido en una coleta desorganizada, con los anteojos casi en la punta de la nariz, hecho un lío en una montaña de papeles; con el quirúrgico estampado con figuras de We Bare Bears, un bolígrafo que ostentaba unas simpáticas orejas de Mickey Mouse guardado dentro de la bata blanca y unas zapatillas converse de glitters color rosado. Era Taylor, jamás lo había tratado pero en el hospital era conocido por tener una singular manera de vestir y, sobre todo, de tratar con los pacientes más pequeños.

Y mientras la pequeña Allison contaba por milésima vez que se resbaló mientras saltaba en su cama, se golpeó la cabeza contra uno de sus juguetes y le salió mucha, mucha sangre, Roger asentía a la historia de vez en cuando, completamente concentrado en hacer el procedimiento tan prolijo como fuera posible pero sonriéndole a la niña cada tanto.

Brian estaba absorto, su mirada avellana estaba clavada en el interno. Y por más que intentaba mirar el procedimiento para asegurarse de que Taylor estaba haciendo un buen trabajo, esos hermosos ojos azules coronados por las más largas y voluminosas pestañas que hubiera visto jamás; su blanca piel de porcelana; sus labios que parecían de terciopelo y sus facciones que lo dotaban de una belleza casi irreal le hicieron imposible dejar de mirarlo y admirarlo, fue imposible detener las sonrisas que curvaban en automático sus labios al escucharlo hablar con esa voz tan peculiar. Le fue imposible no caer como adolescente, completamente rendido a sus pies.

Gracias a Allison, diez meses después, el médico residente de urgencias y el interno con más estilo del hospital Saint Thomas estaban celebrando su primer San Valentín juntos.

La vida en el hospital era agotadora. Y era por demás sabido que el personal de salud siempre sacrificaba muchas festividades y ocasiones especiales para cumplir con su deber, por ello, cuando Roger y Brian se enteraron que ambos estarían libres para San Valentín no supieron a qué deidad agradecer.

Quizás solo debían agradecer al jefe Beach por compadecerse de un par de almas alcanzadas por las flechas de cupido.

La celebración sería sencilla, nada ostentosa. Ambos sabían que cualquier intento por asistir a un restaurante sería una total pérdida de tiempo. Así que optaron por hacer una cena especial ellos mismos.

La cita era en el apartamento de Brian quien, además de ser un médico brillante, podía presumir de un exquisito sazón y cuantiosas habilidades culinarias que tuvo a bien aprender desde pequeño gracias a su madre. Y, pese a que la jornada semanal había sido agotadora, el de rizos puso todo su empeño en que todo saliera perfecto; la mesa estaba elegantemente decorada con un precioso ramo de rododendros y un par de velas que pondrían el tono romántico a la cena, el vino estaba enfriándose y la habitación estaba perfectamente arreglada por si "algo más" llegaba a surgir.

Aún faltaba más de una hora para la hora acordada cuando el timbre sonó, era Roger sin duda. Brian sabía que la paciencia era un don que su pareja no poseía, mucho menos cuando celebraban ocasiones especiales.

One Shots Maylor Where stories live. Discover now