Thank You

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Dicen que el éxito siempre viene acompañado de la felicidad. Que el hecho de sentirse triunfante, de ser reconocido, admirado y adorado por multitudes de fanáticos, crea una sensación de satisfacción y una inherente alegría para aquel que logra alcanzarlo.

Sin embargo, desde hace algunas semanas, para Brian, no era así

Al inicio se obligaba a convencerse de que era solo el cansancio por las jornadas tan agotadoras entre vuelos, conferencias de prensa, autógrafos, conciertos y fiesta. Una y otra vez por días y días, siendo peor cada nuevo amanecer. Sabía que algo estaba mal pues no era la primera vez que su vida se sentía gris y sin sentido. Y lo odiaba.

Lo odiaba pues estaba viviendo su sueño. El de hacer música y llevarla a miles de personas que la disfrutaban casi tanto como él. Se reprochaba con intensidad el no poder disfrutarlo como se supone que debería hacerlo. Como Freddie disfrutando en cada una de las fiestas posteriores a los conciertos, o como Roger, cuyo golpazo de adrenalina parecía quedarse con él hasta altas horas de la madrugada.

Sí, estaba viviendo su sueño, tocando con pasión su guitarra ante un público entregado. Haciendo música para ellos y para él mismo. Y lo mejor, es que el sueño recién comenzaba a volverse realidad. Pero dentro de su mente y de su alma, había algo que le impedía disfrutar eso por lo que tanto había luchado.

Esa mañana fue la más difícil de las últimas semanas. Apenas había logrado dormir un par de horas pues, por las noches el sueño, rebelde y caprichoso, se negaba a llegar a pesar de que su cuerpo lo pidiera a gritos, y por las mañanas, parecía empeñado en quedarse, volviendole casi imposible el poder siquiera abrir sus agotados ojos de color avellana.

Casi con dolor físico, abandonó la impropia cama de aquel hotel. Y a pesar de ser una mañana hermosa, fresca pero con un poderoso sol abriéndose paso para iluminar la ciudad de Nueva York, apenas si se tomó el tiempo de mirar por la ventana. No quería hacerlo pues los días parecían una perturbadora copia del anterior en el que a pesar de comenzar a tenerlo todo, el vacío era una aterradora constante.

Las horas pasaron y él ponía todo de su parte para aparentar normalidad. Sonreía por nada más que reflejo y porque lo poco que quedaba de pie en su interior lo empujaba a hacerlo para no defraudar a su público pues, por primera vez en años, las ganas de tocar le habían abandonado.

Durante dos horas y media el dolor en su pecho y unas constantes e inminentes ganas de romper en llanto fueron las crueles e indeseables sustitutas de su pasión y su amor a la música.

Y se odiaba por ello. Quizás estaba presenciando la mejor noche de su carrera, quizás podrìa no volver a vivir una igual. Era Nueva York. Y él solo podía pensar en salir de ahí para refugiarse en la soledad de su habitación.

. . .

Con desesperación e impaciencia, Freddie miraba el reloj del lobby. Sus deseos por llegar a esa fiesta que prometía horas de excesos y todo tipo de diversión se estaba viendo retrasada por la ausencia de Brian.

— ¿Será que piensa hacernos esperar por toda la eternidad? —Por enésima vez en diez minutos, acomodó su cabello y suspiró exasperado ante la ausencia del guitarrista.

—Quizás se sienta enfermo —agregó John con apatía— Aun así, creo que deberíamos adelantarnos.

Ambos se ganaron una mirada tosca y casi ofensiva por parte del baterista, entendía que la fiesta era importante, pero si había alguien ahí que conocía lo suficiente a Brian para tener la seguridad de que algo malo le pasaba, era él. Suspiró y regresó a mirar a sus compañeros de la mejor forma posible a fin de no causar un conflicto pues dadas las circunstancias, era lo último que necesitaba.

One Shots Maylor Where stories live. Discover now