Capitulo 12

73 6 0
                                    

CROW

ESTABA MIRANDO POR MI VENTANA LOS DISTANTES VIÑEDOS, COMO HABÍA hecho tantas veces. Conocía aquella tierra mejor que la mayoría de la gente. La llevaba en la sangre, y en mi herencia. A veces, al disfrutar del paisaje, me despejaba la mente de los temas que me deprimían.

Se abrió la puerta de mi oficina y entró Cane. Sabía que era él por cómo irrumpía sin consultarlo con mi secretaria. Oí la puerta cerrase a sus espaldas. —Trabajando duro, ¿eh?

Yo me giré en la silla para ponerme frente a él, sintiendo ya un considerable dolor de cabeza martilleándome la sien.

—Lo mismo podría decirte yo a ti.

Se sentó en la silla que había frente a mi escritorio, arrellanándose en el cojín y emitiendo un profundo suspiro, como si estuviera agotado.

—¿Qué hay?

Los ojos se me estrecharon automáticamente.

—Dímelo tú. Eres el que ha venido a hacerme una visita.

—Bien, pues es que estoy cada vez más inquieto. ¿Cuándo vamos a ir a por Bones?

Yo no había pensado en ello. Tenía a Botón en la mente. Anoche no había

logrado que durmiera conmigo. Yo solía odiar dormir con otra persona, pero ahora no podía soportar estar solo.

—No lo sé. Pearl todavía se está curando.

—Está perfectamente. Parece como nueva.

—Pero no está preparada mentalmente.

—Pues me ha llamado y me ha preguntado que cuándo nos cargamos a Bones, así que a mí me parece que está bastante preparada.

¿Le había llamado? ¿Por qué no hablaba conmigo, en vez de con él?

—¿En serio?

—Sí.

—¿Y qué más te dijo?

—No mucho. —Paseó la mirada por mi oficina, admirando los cuadros y las estanterías.

—Sólo que te dijo que te amaba, y tú no se lo dijiste a ella...

No me podía creer que se lo hubiera contado a mi hermano. Solían ser enemigos mortales, y ahora eran amiguitas de cotilleos.

—Tío, ¿de qué vas?

—¿Qué quieres decir, de qué voy?

—¿Qué hostias estás haciendo? —Inclinó la cabeza hacia un lado y se me quedó mirando como si yo fuera un bicho raro—. ¿Por qué la dejaste colgada de esa manera?

—No pienso tener esta conversación contigo. —Yo no compartía información privada con mi hermano.

—Cane, no te metas en esto.

—Ojalá pudiera. Según el código Barsetti, tengo que hacerlo. ¿Tú te crees que a mí me gusta hablar de estas gilipolleces? Pues no, es un agua que no bebería... ¿O debería decir un vino?

—¿El código Barsetti?

—Sí. Estás cometiendo un grave error del que te vas a arrepentir. No puedo consentir que lo cometas sin antes d

—No necesito consejos sobre el tema. —Estaba metiendo las narices donde no debía y no era algo que me entusiasmase. Cane y yo no éramos la clase de hermanos que hablan de mierdas emocionales. Apenas habíamos hablado de Vanessa cuando murió.

—Yo creo que sí. Se ha alterado bastante.

Aquello no era de sorprender. Había sido el momento más incómodo de toda mi vida. Ella me miraba fijamente y esperaba a que yo le repitiese las palabras a ella. Al no hacerlo, su cara se transformó en la imagen del desengaño.

Botones y odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora