Capitulo 2

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CUERVO

ME MANTUVE ALEJADO DE ELLA DURANTE DOS DÍAS. ELLA TAMPOCO SE ME acercó, así que nuestra incomodidad era mutua. Hemos logrado derribar algunas de mis barreras, así que yo levanté unas cuantas nuevas, el doble de altas y tres veces más gruesas.

No me gustaba hablar de mis sentimientos. No me gustaba debatir sobre mierdas que no se cambiarían. No me gustaba desperdiciar mi tiempo con cosas que ya no importaban. Pero estaba decidido a romper su hechizo, traer una vuelta a la realidad. Había bajado la guardia, exponiéndome a mí mismo, para enseñarle que algunas cicatrices no se curan. Simplemente tienes que vivir con ellas.

Pero me había vuelto demasiado vulnerable en el proceso.

Necesitaba reentablar nuestra relación. Yo era el amo, y ella era mi esclava. Estaba pagando su deuda para poder marcharse. Eso era todo, y no había nada más.

Al tercer día, visite su cuarto y la encontré leyendo junto al fuego. Llevaba un vestido blanco que dejaba sus pequeños hombros al aire. El color claro quedaba perfecto sobre su piel ligeramente olivácea. Viviendo en mi finca le había dado más el sol del que acostumbraba. El resultado era una piel reluciente y preciosa.

Quería volvérmela a follar.

Mis impulsos sexuales habían vuelto con fuerza. La deseaba

desesperadamente Quería quitarme la depresión a base de polvos. Quería perderme en el momento con ella. Cuando estábamos juntos, no pensaba en nada más que en su sexo resbaladizo, en la O que hacía con la boca al correrse, y en la forma que tenía de decir mi nombre mientras gritaba.

Cuando alzó la vista hacia mí, supo exactamente a qué había venido. Cerró el libro y me miró a los ojos, con un aspecto tan fiero como el que solía tener. Quizá nuestra última conversación le había devuelto el coraje y había obtenido que se diera cuenta de que no tenía tan mal ... no tanto como lo tenía yo.

Me arrodillé delante de ella y la agarré por las caderas, arrastrándola hacia delante hasta que su pecho se presionó contra el mío. Quería tomarla con dureza y brusquedad. Quería hacerla gritar tanto de dolor como de placer.

Me enterré la mano en el bolsillo y saqué cinco botones. Los dejé caer sobre el cojín que tenía al lado, diciéndole exactamente lo que quería hacer. Quería darle la bienvenida a aquel pequeño culito y hacerla gritar de nuevo.

Echó un vistazo a los botones, palpándolos con las puntas de los dedos.

—Quiero más.

¿Más? No iba a sacar más botones por un acto que había hecho por un precio menor con anterioridad—. Aceptarás lo que yo quiera darte. —Tiré hacia abajo de la parte delantera de su vestido, revelando sus tetas redondeadas. Presioné de inmediato la cara contra el valle entre embajadas y le lamí la piel.

Ella me agarró del hombro y me apartó de un empujón.

-No. Quiero hacer algo que valga más botones.

Me llevó un momento entendido lo que quería decir. Mi mente solo pensaba en una cosa, y estaba entre sus piernas.

-¿Como que?

—Algo caro. —Su deseo de libertad habíamos vuelto, y me ponía como una puta moto. Su fuego había regresado, rugiendo con unas llamas tan calientes que eran de color azul. Estaba hostil y combativa, con una fuerza

que igualaba la mía.

—Tengo algo en mente que merece veinte botones. Pero no sé si podrán soportarlo.

—Puedo. No había rastro de duda en sus ojos. Manteniendo su resolución, sin ceder al miedo. Estaba decidida a hacerlo. Estaba decidida a salir de aquí lo más rápidamente posible.

Botones y odioWhere stories live. Discover now