Capitulo 11

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PEARL

ME METÍ EN LA CAMA, PERO NO CONSEGUÍ DORMIR. TENÍA LA MENTE FIJA EN el frasco de botones que había sobre la mesa. Estaba medio lleno de botones dispares. Negro con encaje morado, blanco con el borde gris... cada botón era claramente distinto a los demás. El tarro era un completo muestrario de botones distintos. Me preguntaba si una vez habían pertenecido a Vanessa.

Se produjo un suave golpe en la puerta antes de que entrara Crow. Llevaba pantalones de chándal y una camiseta, preparado para meterse en la cama. Se quedó en el dintel al verme sobre la cama, con expresión estoica e inescrutable.

Yo sabía exactamente lo que quería. Pero no pensaba concedérselo.

—Ven a dormir a mi cuarto.

No podía tenerlo todo. No podía dormir conmigo todas las noches, pero no sentir nada por mí. Ya me había arrastrado hacia las tinieblas una vez con sus besos, su contacto y sus bonitas palabras. Ahora yo tenía que poner distancia entre nosotros: una distancia de hielo. Cuando no había correspondido a mi afecto, una parte de mí murió. Yo estaba segura de que él sentía lo mismo, que sus labios temblarían de adoración mientras repetían las mismas palabras. Cuando no obtuve más que silencio y una mirada incómoda, se me rompió el corazón.

—Me gusta estar aquí. —En realidad había extrañado la cama en cuanto me metí en ella. El colchón me resultaba poco familiar y olía a flores. Prefería el

aroma masculino en el aire, la mezcla de su colonia y su aftershave.

—Botón. Intentó ejercer su autoridad con una sola palabra, pero aquello no le iba a funcionar.

No podía seguir durmiendo allí con él. No me parecería mágico, como me lo había parecido antes. El cuerpo se me había aflojado y puesto rígido al mismo tiempo. El corazón se me había cerrado a cal y canto. No quería escuchar su respiración en la oscuridad. No quería que su cara fuese lo primero que viera al despertar. Si no éramos más que dos personas que follaban, entonces así es como deberíamos comportarnos.

—Me voy a quedar aquí. Buenas noches, Crow.

Él se quedó en la puerta, con la mano sobre el pomo.

—Quiero protegerte.

—No hace falta que lo hagas. —Lo había dicho él mismo. Si yo moría, él conseguiría superarlo... porque no me amaba y quería que fuese así. Los últimos nueve meses ahora me parecían un sueño. Tenía que ser un sueño, porque yo era la única que lo recordaba. Pensaba que había encontrado el lugar al que pertenecía. Pensaba que yo era diferente... especial. Pero él me había dejado claro con toda frialdad que yo no era más que una de tantas.

Y nunca sería otra cosa.

Él continuaba remoloneando en el umbral, aunque ya no tenía nada más que decir.

—Estoy cansada. —Aquella era mi manera educada de pedirle que se fuera. Ni siquiera estaba segura de poder dormir con él otra vez antes de marcharme. No pensaría en otra cosa que en cómo yo le había abierto mi corazón y él lo había cerrado de golpe—. Te veré por la mañana. —Me metí en la cama y me puse cómoda bajo las sábanas. Luego me di la vuelta a propósito, dándole la espalda para no tener que mirarle.

No oí el ruido de sus pisadas al marcharse. Se mantenía en sus trece y me miraba fijamente. Yo esperaba que se metiera en la cama a mi lado, pero no lo hizo. Entonces escuché sus pies sobre el suelo de parqué al salir de la habitación. El chasquido de la puerta sonó un segundo más tarde.

Tenía ganas de llorar, pero me negué a hacerlo. Bones me había hecho un daño irreparable, y yo lo había superado. Jacob me había traicionado, y yo lo había superado. Cane me había dado una paliza hasta llenarme de moratones, y yo lo había superado. Pero esto no lo superaría jamás.

LE PEDÍ A LARS EL NÚMERO DE TELÉFONO DE CANE, Y LE LLAMÉ MIENTRAS Crow estaba en el trabajo.

—Barsetti —contestó.

—Tú y yo tenemos un asunto pendiente, imbécil.

Él hizo una pausa al otro lado de la línea.

—¿Quién coño es?

—Soy Pearl. Ya sabes, ¿la mujer de la que, según dijiste, tu hermano estaba enamorado?

—Oh... ¿y qué pasa?

—Que me mentiste. Me hiciste creer que de verdad me amaba. Y entonces, cuando le dije cómo me sentía, él se cerró en banda.

—¿Eso hizo? —preguntó impactado—. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Le dijiste que le amabas, y él se limitó a quedarse ahí plantado?

—Estábamos follando.

—Puf. Eso es peor.

—Bueno, pues me dijo que él no me amaba, y que nunca lo haría. Así que muchísimas gracias.

—Eso es una puta mentira. Yo sé cuándo mi hermano está mintiendo, y ahora mismo está delirando.

—Eso da igual. Sólo quería echarte la bronca por tirarme a los leones.

—Eeey, para un momento —dijo él—. Yo nunca te dije que le dijeras que le

amabas.

—Pues desde luego me diste un empujoncito.

Él suspiró.

—¿Y qué quieres que te diga? ¿Quieres que hable con él?

—Dios, no. Sólo quería echarte la bronca.

—Bueno, a mí me da igual. No se me dan bien estas extrañas charlas de chicas. Ni siquiera estoy seguro de por qué seguimos hablando de ello. ¿Qué más da si no te lo dijo él a ti? Supéralo.

Ojalá fuese así de fácil.

—Quiero cargarme a Bones ahora. Quiero terminar con ello para poder marcharme.

—¿Ya mismo? —preguntó con incredulidad—. ¿No sigues lesionada?

—No. —Mis cicatrices se habían curado del todo hacía semanas—. Estoy preparada para ir a por ese gilipollas. ¿Estás conmigo, o no?

—Pues claro que sí.

—Entonces habla con él. —Le colgué antes de que pudiera decir otra palabra.

Botones y odioNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ