Capitulo 10

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PEARL

ALGUIEN ME SACÓ SUAVEMENTE DE MI SUEÑO SIN PESADILLAS. UNA MANO grande me cogía del hombro y me sacudía levemente, apartándome de la cálida cama y las suaves sábanas. Una voz masculina llegó hasta mi oído, acercándome más a la luz.

—Botón, despierta.

Abrió los ojos y vi a Crow con su barba del día anterior. Sus ojos verdes parecían divertidos por mi soñolencia, y la sonrisa de sus labios resultaba irresistible porque lo infrecuente que era.

—¿Hmm?

—Ya llevo cinco minutos intentando despertarte.

—Meh.

Él soltó una risita.

—Eso no lo he pillado.

—¿Por qué me despiertas? —Si hubiera sido cualquier otra persona, habría tenido una rabieta.

—Hoy tengo que trabajar. Y te vienes conmigo.

—¿Por qué?

—No quiero que te apartes de mí. —Enterró los dedos en mi pelo hasta

situarlos detrás de mi oreja—. Así que levántate.

—Uff.

Puso sus labios sobre los míos y me dio un suave beso.

—A mí no me digas uff. Ahora levanta el culo.

Sonreí, porque era incapaz de contener lo que quería decir detrás de los labios. Escapó en señal de desafío.

—Uff.

Me levantó de la cama y me acunó contra su pecho.

—Perfecto. Pues te vienes como estás.

—Eh, espera un momento.

—No me da la gana. —Empezó a caminar hacia la puerta.

—Vale, vale. Deja que me dé una ducha e intente no parecer un siniestro total.

—Esto está mejor. —Me dejó en el borde de la cama—. Abriré el agua.

Definitivamente, necesitaba una ducha si quería tener alguna esperanza de despejarme.

—DEJA DE LLEVARME EN VOLANDAS A TODAS PARTES. —ME REVOLVIÓ EN sus brazos, intentando poner los pies en el suelo.

—No me importa.

—Que no, es humillante.

—¿A quién le importa lo que piensen? Soy el jefe. Lo superarán. —Me transportó entre los preciosos viñedos, donde una sofisticada casa italiana se alzaba cerca de algunos edificios para las barricas, el equipo y los camiones de reparto. Era un completo pequeño, pero las bodegas en sí eran enormes.

Entramos en el edificio y atravesó el vestíbulo conmigo en brazos. La gente nos miraba al pasar, pero nadie hacía ningún comentario.

—Todo el mundo está mirándome.

—Porque eres una mujer preciosa.

En aquellos momentos era de todo menos preciosa.

—Tengo aspecto de haberme abalanzado sobre una granada.

—No es verdad.

Me había visto la cara. Seguía descolorida y destrozada. Tenía los labios hinchados y los ojos todavía morados.

—Lo que tú digas...

Me llevó hasta una oficina de gran tamaño. Había una ventana con vistas a los extensos viñedos, desde la que se veían las colinas y los valles. Tenía un aspecto parecido a la casa en la que dormía todas las noches. El mobiliario estaba nuevo e inmaculado, como si alguien viniera a limpiar todas las noches después de que se marchase. Las paredes estaban cubiertas de estanterías con novelas encuadernadas.

Botones y odioOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz