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LOS OJOS AZULADOS siguieron sin perderse ningún detalle de la figura frente a él, desde que Ayato y él habían encontrado la habitación, Madoka entraba furtivamente cuando no había nadie cerca o cuando sus hermanos menores iban a la escuela. Sin embargo, esta vez no pudo quedarse mucho tiempo por la esencia que sentía en su habitación.

Antes de ir a encontrase con el dueño de la esencia que sentía, el rubio miró nuevamente el retrato.

–Nos vemos mamá.









Shu estaba de pie en la habitación de su hermano mayor, sabía que Madoka lo sabría al instante y tampoco fue su intención esconderse. Esperaba estar un momento a solas con su hermano mayor sin la presencia de sus molestos hermanos menores.

A diferencia de Reiji, no sentía esa cualidad de proteger y educar a sus hermanos menores, tal vez fue por eso que el azabache tomó ese papel en la familia, en ausencia del rubio mayor y el desinterés del rubio menor, el se dedicó a tratar de educar bien a los demás.

Habían veces que se preguntaba, ¿como fue que él y Reiji se habían alejado tanto?, estaba seguro que no era por lo ocurrido con Edgar, a pesar de haber causado un trauma en él por el fuego, no podía odiar a su hermano.

No lo quería, ni lo odiaba.

Ambos se habían convertido en meros extraños que compartían sangre.

No obstante, el sabía que el azabache aún guardaba resentimiento contra él, Shu ignoraba si ese resentimiento había desaparecido o aumentado. Tampoco le importaba.

Era diferente con Subaru, no importa cuantos problemas tengan entre ellos y los trillizos, no podían ignorar a Subaru así sin más. Era el menor de todos, supongo que eso despertó algo en ellos, aunque los demás no lo demostraran ellos intentaban ser buenos hermanos mayores con Subaru. Por su lado era neutral.

¿Si Madoka-nii sama se hubiera quedado con nosotros, habría sido todo diferente?, pensó el oji zafiro, de inmediato quitó ese pensamiento de su cabeza, de nada servía pensar en el 'y que tal si...', las cosas habían sucedido, ellos habían crecido, no había forma de volver al pasado.

El rubio caminó lentamente a la cama de su hermano mayor y se acostó sobre ella como peso muerto, posó su antebrazo sobre sus ojos, cubriendolos. El sueño estaba ganando.

A pesar de que dije que iba a esperar a Madoka-nii sama, fue lo último que pensó antes de que Morfeo lo enviara a la oscuridad.









El albino centro sus atrayentes ojos en el pequeño retrato en la habitación "prohibida", había ocultado su presencia, ni siquiera su hijo mayor, Madoka, sabria que había entrado.

Sus ojos ámbar se encontraron con unos azules.

–Mi querida Perucia, me preguntó si aún estás allá afuera jugando– le habló al pedazo de pintura, como si esta fuera la mujer– sabes, estoy algo decepcionado, hiciste tanto esfuerzo en dar a luz ese niño y luego te vaz sin preocuparte por él.

El hombre se quedó en silencio, como si estuviera esperando que le contestara.

–No se porque dije eso, es un hecho que nunca te preocupó, tranquila, no te sientas culpable, creo que a mi tampoco me importa– su mirada bajó hacia sus manos, que alguna vez en mucho tiempo, sostuvieron con amor su primogénito – los años pasan, las personas cambian, crecen y luego, se van sin decir adiós.

Pero él nunca quiso decir adiós y se fue sin importarle nada, dejando atrás su hogar, sus cimientos, a él.

–Pero no te preocupes querida, yo me aseguraré de corregir éste problema.










𝐌𝐎𝐑𝐓𝐄𝐌 • 𝐃𝐈𝐀𝐁𝐎𝐋𝐈𝐊 𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑𝐒 Where stories live. Discover now