—Dime, Toño —volvió a tener el semblante serio después de un rato comiendo en silencio—. Investigué tu caso, para ver si podía acelerar el trámite de tu documento. Sé que me pediste que no lo hiciera pero quise darte una sorpresa asombrosa...

Los ojos de Antonio se apagaron un poco al oírlo pero sabía que era inevitable. Llegarían a esa conversación eventualmente.

—Lo que dice en tu expediente, los cargos ¿Son ciertos? —había dudado en preguntar pero si era su amigo e iba a protegerlo tenía que saberlo.

Algunos meses atrás Antonio había huido de su ciudad y de su país ayudado por un gran amigo de ambos: Francis. Como no tenía a dónde ir y Francis no podía ocultarlo para siempre había ido a parar a la ciudad de Gilbert donde había rogado que, por tener un conocido amigo en la policía, las cosas no fueran tan mal.

—No —esbozó una sonrisa triste antes de verlo a los ojos—. La mayoría de los cargos son falsos. Sí tuve una deuda y sí tuve que buscar todas las formas posibles para pagarla pero... Me usaron como chivo expiatorio y me adosaron esa acusación de asesinato múltiple. No tenía forma de defenderme, la coartada que habían creado era tan perfecta que... —suspiró y trató de forzar alegría en su mirada— Pero yo no he matado a nadie, Gilbo ¿Me crees capaz?

Gilbert respiró más relajado. Sabía que su amigo podía ser pasional y lo había visto realmente enfurecido en alguna ocasión pero jamás atentaría contra la vida de alguien y menos en los términos que estaban descritos en el expediente. Tantos años trabajando en la comisaría viendo casos increíbles de gente que no apostaría que pudieran matar ni a una mosca convertida en artífices de crímenes truculentos lo había hecho dudar por unos instantes. Sabía que Antonio le estaba siendo sincero, conocía el mundo oscuro de la corrupción.

—Ciertamente eres un inútil, estoy seguro que no sabes ni cómo sostener un arma —bromeó para relajar la conversación y pidió más cerveza para ambos—. Pero los mafiosos que te metieron en este desastre deberían pagar. Ellos deberían ser los fugitivos, no tú.

—No puedes ir contra ellos —su mirada fue de la ceja en alto de su amigo hasta la placa en el uniforme que llevaba abierto y rió—. Bueno, la gente común como yo no puede y la verdad que el pueblo en el que vivía ya estaba tan corrupto que no habría forma de esperar justicia por mi parte —suspiró y miró con melancolía la guitarra en el estuche apoyada en su silla—. Pero no me he sentido tan libre como en los últimos meses, ahora puedo caminar por la calle sin esperar a que alguien busque pegarme un tiro y por eso te estoy agradecido, Gilbo. Ya todo encontrará su cauce y las cosas saldrán bien al final. La otra noche volví a convencerme de ello.

La sonrisa de Antonio era esperanzadora pero Gilbert no podía dejar de pensar que toda esa situación era completamente injusta. Antonio no tendría que ser un fugitivo que tocaba la guitarra en las calles para ganarse unas pocas monedas y deseaba poder hacer más por él.

—¡¿Cómo no se me ocurrió antes?! —le brillaron los ojos al recordar y Antonio dio un pequeño salto en su asiento tomado por sorpresa— ¡Pero es que soy genial! ¡Qué buena idea! Totalmente brillante —buscó su mirada con complicidad—. Tú tenías una floristería antes de que cayeras en las deudas de tu familia ¿Verdad?

—Eh... Sí, atendía una pequeña floristería —trató de seguir el hilo de sus pensamientos.

—¡Es tan perfecto que no entiendo cómo no lo vi antes! —sonrió ampliamente y sus colmillos brillaron— Tengo una propuesta que hacerte, Toño.

—Soy todo oídos —le devolvió la sonrisa contagiado de su energía.

—Vas a trabajar para la policía.

—¿Q-qué? —abrió los ojos y no puedo más que soltar una carcajada— Te has vuelto loco, Gilbo...

—Para nada, soy de lo más genial. Vas a trabajar para el cuartel conduciendo una floristería ¿Que no es genial? Necesito un hombre de confianza que sea totalmente inocente y desconocido por esta zona, que no despierte sospechas...

—Ya, pero... Que no salí de un lío para meterme en otro —se llevó una mano a la nuca no del todo convencido.

—¿No lo ves, Toño? Matamos dos pájaros de un tiro —le palmeó el brazo con camaradería— Todo lo que tienes que hacer es vender flores como hacías antes. La floristería tiene su propia despensa así que se terminaron tus días de vagabundo y como trabajarás para mí nadie te hará problemas por los documentos.

—¿Pero qué tiene que ver eso con la policía, Gilbo?

—Todo —sonrió con seguridad sabiéndose un genio—. Vas a vender flores y vas a darme toda la información que puedas sobre dos hermanos que viven en la misma calle. Vas a estar atento a ellos, cuándo salen, qué comen, quién los visita. Todo. Nadie nunca sospechará de ti. Es un plan perfecto ¿Qué me dices?

Antonio suspiró y negó con reprobación pero acabó estrechando su mano con una sonrisa. No lo entusiasmaba la idea de envolverse en asuntos turbios de nuevo pero ¿Qué otra opción le quedaba? Ya no tenía dinero y las últimas noches había dormido en la calle, y la desesperación sólo conduciría a medidas desesperadas. Si tenía que elegir, vender flores y poner algo de empeño en espiar una casa no parecía tanto sacrificio como al que había tenido que llegar en el pasado. Además, después de todo lo que había hecho Gilbert por él, sería un ingrato si no le devolvía aquel pequeño favor.

—Perfecto. Empiezas mañana mismo —le guiñó un ojo y Antonio no pudo más que devolverle una sonrisa.

El lenguaje de las floresWhere stories live. Discover now