Día en el lago.

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Abrí los ojos y lo primero que vi fue el rostro de Paul. Aún dormía. Lo miré tiernamente por un instante, luego acaricié su “cara de bebé ” que era como le llamaban los chicos.  Luego me levanté, me duché y me puse ropa. Recogí lo demás y me fui a la cocina.

Estaba leyendo una revista cuando unos brazos me rodearon por la espalda. Acto seguido depositó un beso en mi cuello y luego apoyó su cabeza en mis hombros.

—Buenos días, princesa —susurró en mi oído. Luego me volteó, Paul estaba sólo en calzoncillos. —¿Por qué no me despertaste? Nos hubiéramos duchado juntos. —Puso una sonrisa ladeada.

—Porque eres un dormilón.- le di un toque en la nariz. —Y te veías muy lindo durmiendo —sonreí y lo besé.

—Tengo un plan para hoy. Me iré a vestir y te explicaré.

—Está bien. Prepararé té.

Paul se fue a bañar y yo preparé el desayuno. Cuando él llegó desayunamos.

—¿Cómo lo haces? El té siempre te queda exquisito —dijo dando el último sorbo a su taza.

—Lo hago con amor —sonreí.

Terminamos el desayuno. Salimos, yo estaba arreglando unas flores y Paul regando por el otro lado. Estaba en ello cuando sentí unas chorro de agua mojarme. Escuché la risa de Paul, me volteé y lo vi riendo con la manguera en la mano. Tomé la otra manguera y di inicio a una batalla de agua.

Paul se cayó unas cuantas veces escapando, y era cuando yo aprovechaba para mojarlo. No parábamos de reír. Estábamos muy empapados. Paul me atrapó debajo de un árbol. Pero no me mojo. Tomó las mangueras y las puso en unas ramas dando un efecto de lluvia.

Se acercó a mi.

—Siempre quise darte un beso bajo la lluvia —dijo el, yo reí.

—Estás loco, Paul McCartney. —Me acerqué más a sus labios.

—Si, loco por ti —sonrió y me besó.

Cada beso de Paul me hacía subir al cielo. Me sentía la mujer más afortunada por tenerle a mi lado. Con él olvidaba todo a mi alrededor.

Paul me tomó de la mano y comenzó a correr bajo el agua. Después de un buen rato riendo y corriendo como niños, cortamos el agua.

—Demos un paseo en barca mientras nos secamos —propuse.

—Está bien.

Nos subimos y comenzamos a remar. Paul se detuvo en el medio. Se paró y me tomó de la mano.

—Paul, nos podemos caer —dije riendo.

—Sólo apégate bien a mi —dijo él.

Puso una mano en mi cintura, con la otra tomó mi mano y comenzó a cantar Listen to Me de Buddy Holly, el cual era uno de mis cantantes favoritos.

—Listen to me and hold me tight and you will see our love so right. Hold me Caroline, listen closely to me. Your eyes will see what love can do, reveal to me your love so true. Listen to me, listen closely to me —Paul cambió Darling por Caroline, y cantó en mi oído, mientras nos movíamos al compás de su canto.

Continuó cantando, me apoyé en su pecho. Podía sentir su corazón.  Terminó de cantar y selló aquel momento con un cálido beso.

Nos pasamos la tarde en el lago. Luego almorzamos en el césped. Por la noche, Paul encendió una fogata. Compramos mashmellows y los calentamos. Paul se sentó detrás de mí, abrazándome con sus piernas y me rodeó con sus brazos. Luego nos tapamos con una manta y nos quedamos sentados mirando la luna y las estrellas.

—Nunca antes me había sentido tan feliz —confesé.

—Ni yo. —Paul  besó mi mejilla.

Levanté mi vaso de leche caliente.

—Por nosotros —dije sonriendo.

—Y porque no se acabe nunca —brindó y ambos bebimos.

Y ojalá alguien nos escuchara. Que alguien viera lo feliz que era y que no me lo arruinara nunca. Que esto nunca acabara. ¡Demonios! ¡Cómo amaba a este hombre! Pensé cuando lo miré y acto seguido él depositó un dulce beso en mis labios.

Me giré y lo abracé con fuerza.

—Paul, no me dejes nunca...No quiero que esto se acabe —dije casi llorando.

—Tranquila, nada de eso pasará. —Me abrazó.

—Siempre que me pasa algo bueno, algo o alguien lo arruina. No te quiero perder.

Paul tomó mi barbilla y levantó mi cabeza, me miró a los ojos y sonrió.

—Siempre estaré contigo. Ni aunque muera te podrás librar de mí —bromeó.

—No digas eso, idiota —reí y golpeé su brazo.

—Soy idiota, es cierto —dijo él. —Pero soy el idiota que te ama y al que tú amas —dijo orgulloso y sonriente.

Lo abracé y lo besé.

—Mi amor, te prometo que nunca te dejaré.

Me estremecí cuando Paul me llamó así. “Mi amor”. Que bonito sonaba al salir de su boca. Pero más aún al saber que me lo decía a mí. Y su voz, sus ojos, al decirlo me hacían sentir segura. En sus brazos me sentía a salvo.

Words of love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora