009.

528 40 3
                                    

Habían pasado dos días desde entonces. En cuanto le expliqué a Jesse que podría estar embarazada, su cara se puso tan blanca como el papel. Yo me sentía fatal por haber sido tan descuidada. ¿En qué momento de todo este embrollo se me ocurrió que tener relaciones sin protección era buena idea? No sabía si Jesse estaba limpio, siquiera. De Michael sería una tontería dudar, porque él apenas había tenido contacto con otras chicas y era médico, si se hubiera notado algo raro, lo habría dicho. Estaba segura de que se hacían pruebas en el hospital. ¿Pero Jesse...? No sabía con qué clases de mujeres había estado, apenas sabía nada de él como para arriesgarme tanto.

Definitivamente, era estúpida.

Esto no hacía sino añadir problemas a nuestra larga lista. Las autoridades estaban buscando a Jesse por todo el país, mientras que yo sólo ocasionaba más problemas al exponerlo en pueblos o ciudades en busca de tests de embarazo por haber sido una irresponsable.

Suspirando, miré por la ventanilla de coche hacia la farmacia en la que había entrado Jesse. Yo no había tenido el suficiente coraje de entrar, y él lo hizo por mí. Desde aquel intenso momento en su coche, no nos habíamos tocado, y sabía que era por las dudas que tenía de saber si estaba embarazada o no. Aún no le había dicho nada de que no sabía si sería suyo o de Michael, pero sabía que se iba a enfadar. Y peor aún cuanto más dejara pasar el tiempo. Tenía que decírselo en cuanto volviera. Sólo tenía que encontrar las agallas para confesarle la verdad.

Respirando profundamente, decidí que lo haría esa noche. Cada día que pasaba, sentía más grande el nudo en la garganta y el peso de la culpabilidad. Me sentía como una zorra por estar haciéndole daño al chico al que había dicho querer. Él había pasado todo un infierno por mí mientras que yo se lo pagaba con mentiras.

Ni siquiera me había dado cuenta de que había salido de la farmacia y ya estaba dentro del coche, con una bolsa de plástico hasta arriba de cajas. No pude evitar fruncir el ceño mientras que inspeccionaba el interior, cada caja y cada prospecto.

—¿Por qué has comprado tantos? Sólo con un par de tests habríamos salido de dud-

—Para asegurarnos bien, eso es todo —me interrumpió con un tono seco y borde. Me quedé sin saber qué decir, puesto que por su tono deduje que no quería mantener una conversación.

—Había un médico de guardia ahí dentro por suerte, me ha explicado que si tomas pastillas anticonceptivas en las primeras semanas si no estás segura del embarazo, no afectará al desarrollo del bebé —empezó a explicarme, yo no entendía a dónde quería llegar con eso, puesto que no me había tomado ninguna y me haría la prueba hoy mismo—. Así que, para ahorrarnos problemas, te vas a tomar la primera pastilla delante de mis narices.

Se me entrecortó la respiración en cuanto oí sus palabras. No se fiaba de mí. ¿Por qué pensaría siquiera que me convenía quedarme embarazada con su hijo? No tenía nada y estábamos en problemas, él precisamente no era el indicado para venir con esas. Y se lo hice saber con una risa irónica. A la que él respondió, mirándome de soslayo.

—¿Qué te hace tanta gracia?

—El hecho de que pienses de que quiero atarte con un hijo. Es una idea estúpida que no tiene sentido.

Vi cómo apretaba el agarre alrededor del volante mientras conducía. Tenía los nudillos blancos y apretaba la mandíbula. La misma mandíbula en la que había un chupetón morado que recordé perfectamente hacerle en nuestro último encuentro de desenfreno.

—¿Disculpa? —Comentó ofendido.

—Vamos, Jesse, no seas fantasioso. Tienes que admitir que hay que estar loca para querer siquiera tener tu hijo —le dije, mirando por la ventana el paisaje desierto que nos rodeaba ahora—. Cualquier chica en sus cabales huiría de esa situación.

#2 Implicit. ©Where stories live. Discover now