015.

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Miré hacia todos lados por si, de casualidad, había algo que me pudiera ayudar a escapar o a ganar tiempo. Aunque muy en el fondo sabía que era algo inútil, porque ni Jesse ni Jason eran tan imbéciles como para dejar hilos sueltos.

Estaba cada vez más nerviosa por lo que, inevitablemente, iba a pasar con esto. Sabía que Jason seguía rencoroso conmigo por haber elegido a Jesse sobre él. Seguía sin saber quién era la acompañante, pero era lo que menos me importaba ahora mismo.

La puerta de la habitación se abrió y Jason volvió a entrar, cerrando detrás de él.

—Ahora sí que nadie nos va a molestar, preciosa —habló casi en voz baja, como si estuviera susurrando. Si esa era la manera de seducir a las chicas, conmigo no funcionaba.

No me atraía en absoluto, pero tendría que fingir si quería salir con vida. Ahora mismo valoraba más mi vida de lo que hice antes cuando me tenía sujeta del pelo. Estaba dolida y pensaba estupideces.

Jason empezó a tocarme y el mero hecho de sentir sus sucias manos sobre mí, me estaba poniendo enferma. Me quedé rígida sin saber cómo reaccionar; mi primer instinto era alejarlo de mí y evitar que me tocara a toda costa, pero sabía que eso empeoraría la situación.

—Vamos, no te hagas la estrecha, Scarlett —murmuró él sin apartar sus manos de mí.

En cambio, agarró mis pechos con ambas manos, apretando tanto que me dolía. Quería mover las manos, pero las esposas me arañaban las muñecas y estaba segura de que tendría rozaduras. Quería que se acabara esto y ni siquiera había empezado.

Fuera de la habitación se oía jaleo, pero no le di importancia. Tal vez era la tele o la mujer que vino con Jason estaba hablando con alguien. Pero los gritos y los golpes se oían cada vez más cerca. Y Jason también se dio cuenta.

—Joder, ¿qué está pasando ahí fuera? —Protestó sin quitarme las manos de encima—. Voy a salir un momento, por última vez, así que estate quietecita y calladita aqu-

La puerta de la habitación se abrió de repente, tan bruscamente que chocó contra la pared y rebotó. Era Jesse. Sentí que se me paraba el corazón por un instante. Un atisbo de ilusión me recorrió entera y quise pensar que venía a por mí.

—No la toques, Jason —gritó él, asustándome a mí también—, no le toques un puto pelo —tenía los puños a ambos lados de su cuerpo, apretados y todo su cuerpo estaba tenso.

Me sentí aliviada de saber que aún le importaba, aunque no estaba segura de si me seguía queriendo, pero que estuviera preocupándose por mí me hacía mínimamente feliz. Pensaba que se habría ido para no volver, dejándome aquí tirada a mí suerte. Tuve esperanzas de que podría salir de aquí sana y salva. O al menos con el menor daño posible.

Pero no tenía tan seguro qué pasaría conmigo y Jesse. No era tampoco mi prioridad en estos momentos. Mi cuerpo reaccionaba a su voz y me alegré de saber que le seguía importando lo suficiente como para sacarme de este lío. Pero también quería saber qué tenía él que ver con la otra chica y con el hecho de que ella hubiera venido con Jason. Tampoco sabía muy bien qué hacía aquí.

Jason se apartó de mí, viendo que Jesse iba armado y que estaba apuntando hacia él. Entonces Jesse me habló.

—Te dije expresamente que no abrieras la puerta —me recriminó. Sabía que no le había hecho caso y me sentía mal por ello; y a causa de eso me estaba viendo en esta situación.

Pero Dios sabe qué habría hecho Jason con tal de entrar. A lo mejor habría sido mejor idea esconderme en algún sitio e intentar contactar con Jesse, o simplemente esperar a que llegara a casa.

—¿Problemas en el paraíso? —Se burló Jason. Aunque era evidente que estaba intentando distraerlo y ganar ventaja—. Te dije que la zorra esta no era de fiar. Pero, como siempre, haces lo que te sale de los cojones. Ya tiene que follar muy bien esta puta para que te hayas cegado tanto con ella.

En ese momento deseé que Jesse le volara la cabeza a Jason. Me fastidiaba muchísimo la forma en la que tergiversaba todo y la manera en la que se refería a mí. Me dolía sobre todo que se pudiera llegar a creer esos sucios comentarios cuando Jason fue quien lo metió en la cárcel, para empezar.

—Cállate y suéltala —fue la respuesta de Jesse, manteniendo un ojo en Jason y otro en la chica que había venido con él. Me quedé quieta mirándolo desde mi posición, sin saber muy bien de qué la conocía, pero no era el momento de preguntas ni de sacar conclusiones precipitadas. Primero tendría que salir de esta y luego ya veríamos qué pasaría con nosotros.

Jesse dio unos cuantos pasos atrás, para tener en su periferia a la chica esa y a Jason. Alternaba entre ellos dos para apuntarlos, haciéndoles saber que, cualquier mínimo movimiento, les haría perder la vida o salir heridos. Había una tensión enorme en el ambiente y ninguno se movía.

—He dicho que la sueltes, Jason —insistió Jesse. Parecía muy tranquilo y acostumbrado a estas situaciones. Sujetaba el arma de forma natural. No le temblaba el pulso en absoluto.

Jason se movió despacio hasta donde estaba yo tumbada en la cama. Tenía el rostro serio y supe entonces que no esperaba que Jesse volviera a casa. ¿Sabría él algo de que estaba sola? Me pregunté si él se había encargado, de alguna manera, de tenerme sola sin la presencia de Jesse. Tampoco entendía qué pintaba la otra en todo este drama que yo solita me había buscado.

—Muy bien —dijo Jesse una vez que me hubo quitado todo: las camisetas amarradas y las esposas. Me froté las muñecas sintiéndolas doloridas; también los brazos por la posición incómoda y permanente en la que había estado.

No sabía qué pasaría ahora y esta tensión me estaba matando. Quería que se acabara todo de una vez. Intenté calmarme controlando, lo mejor que podía, mis respiraciones. Necesitaba salir de aquí y alejarme de todo este circo por un tiempo. Pero no tenía ningún sitio al que acudir, nadie que me pudiera ayudar con eso. Lo había perdido todo por un hombre del que no sabía absolutamente nada. Había perdido a mi familia, a mi mejor amigo y al único de mi vida. Pero la serie catastrófica de mis decisiones me habían traído hasta este punto. Y tenía que pagar el precio de ello.

Estaba al borde de romperme. Los nervios a flor de piel, las ganas de llorar. Todo se me estaba acumulando. Las tensiones de las últimas semanas me estaban matando por dentro poco a poco. Pero tenía que controlarme. No podía dejarle saber a ninguno de estos desquiciados que yo estaba en el borde del precipicio.


No sabía de lo que serían capaces de hacerme con tal de romperme en mil pedacitos. Se aprovecharían de mí y mis debilidades, jugarían aún más conmigo. Tenía que mantenerme fuerte como pudiera. 

#2 Implicit. ©Where stories live. Discover now