013.

151 14 2
                                    

Horas después, tumbados en la cama y enredados en las sábanas, Jesse dormía. Mi mente no me dejaba descansar. Estaba cansada de todo el misterio, harta de esta situación. ¿Cuánto tiempo más iba a seguir así?

No sabía ni siquiera por qué me pareció buena idea que escapar de todo iba a ser emocionante y de las mejores experiencias de mi vida, pero saber que nunca podría tener una vida normal con Jesse me ponía triste.

Muchas veces deseaba que fuera un chico normal, me daba igual si mis padres lo aprobaban o no, y poder pasear con él de la mano por la calle. O hacer cosas normales como ir al cine... sin tener que preocuparnos de que la policía supiera quién es.

No me reconocía a mí misma. Todo cambió en cuanto conocí a Jesse, incluida yo.

Los minutos pasaban y yo no salía de mi bucle de pensamientos, hasta que oí a Jesse moverse a mi lado. Estaba despertándose y parecía de mal humor. Se sentó en el borde de la cama, dándome la espalda.

Entonces se levantó y empezó a recoger ropa, vistiéndose rápido y sin mirarme.

—Quédate aquí. Deja la puerta cerrada y no salgas bajo ningún concepto. No importa lo que oigas, ¿entendido?

Me sobresalté al escucharlo. El corazón se me iba a salir del pecho y no entendía nada. ¿A qué venía esto ahora?

—Jesse, ¿qué está pas- —él me interrumpió.

—Volveré lo antes posible, te lo prometo —dijo sin más explicación.

Me levanté y fui detrás de él, que ni se dignaba a mirarme a la cara ni una sola vez. Estaba frustrada y enfadada. Y, por supuesto, era muy ingenuo si pensaba realmente que haría lo que me pedía. Quería explicaciones y entender esta puñetera situación.

Cuando estábamos en el pasillo del apartamento, frente a la puerta, lo vi coger las llaves y metérselas en el bolsillo. Estaba sin palabras con esta situación tan... surrealista.

—Has cambiado —musité más para mí misma que para él. Pero me escuchó y se dio la vuelta, mirándome a la cara por primera vez. La seriedad de su rostro me conmovió.

—No he cambiado —espetó—. Así es como he sido siempre y... siento haberte hecho pensar lo contrario —después de oír esas palabras, estaba segura de que un disparo dolía muchísimo menos.

El sonido de la puerta cerrándose después de aquellas palabras, me hizo derrumbarme. Estaba enfadada y dolida. Me preguntaba si todo lo que me había dicho durante este tiempo había sido mentira, si sólo me había utilizado para salir de la cárcel.

Me sentía asqueada. Estaba empezando a arrepentirme de haberlo dejado todo por él. Fui una estúpida e ingenua.

Limpiándome las lágrimas con la manga de la camiseta, me di la vuelta y fui al cuarto de baño. El móvil estaría donde lo dejé y tenía que avisar a Marc. Quería salir de aquí, me daba igual todo ya.

Sabía que mis padres no me aceptarían de vuelta, pero aprendería a arreglármelas yo solita. La prioridad ahora era escapar de Jesse.

Abrí el mueble del baño y cogí la caja de tampones, donde dejé el móvil por última vez. Y... bingo. Allí seguía.

Cerré el pestillo del baño, por si acaso Jesse volvía y me encontraba aquí. No podía arriesgar nada ahora que sabía que había sido un juego para él. Me convertí en su muñeca y títere y me había manejado a sus anchas. Y yo fui imbécil por caer.

En cuanto se encendió, marqué el número y esperé. Un pitido, dos... tres. No lo cogía. Me estaba poniendo nerviosa y se me aceleró el pulso. Esperaba que Jesse no le hubiera hecho nada a Marc. Si era así, estaba abandonada a mi suerte.

—¿Scarlett? —Sentí que volvía a respirar cuando escuché su voz—. ¿Pasa algo?

—Marc, necesito tu ayuda —le dije casi en un sollozo—. Esto ha sido un error, una puta cagada y tengo que salir de aquí.

Él carraspeó.

—¿A qué te refieres? —Sonaba desconcertado.

—A que me ha estado mintiendo todo el tiempo, Marc —le confesé. No sabía cómo decírselo de otra forma.

—Me pillas en mal momento ahora, Scar —parecía nervioso—. ¿Te puedo llamar luego? —ahora estaba hablando más bajo. A lo mejor estaba con alguien, pero esto era de extrema urgencia.

—Marc, por favor, esto es serio —estaba desesperada. Si Marc me abandonaba a mi suerte, estaría muerta—. ¿No entiendes la gravedad del asunto? Pensaba que eras mi amigo, ¿no te importo en absoluto? —Estaba histérica y me enfadé con él.

—Los amigos no se reprochan nada ni intentan manipularte emocionalmente cada vez que las cosas no salen como quieren —gritó al teléfono y me quedé de piedra. No podía estar pasando esto, no ahora que era cuando más lo necesitaba.

—Eso no es lo que yo- Marc, lo siento mucho. De verdad que no quería decirlo así, no quería que sonara así, yo- —estaba sin palabras. No sabía por qué le había dicho esas palabras tan crueles cuando él siempre me estaba ayudando y sacando de apuros—. ¿Marc?

—Sí que lo es y estoy harto de que me hagas hacer cosas con las que no estoy cómodo y me metas en tus problemas —había alzado la voz y me estaba gritando—. Siempre me echas en cara nuestra amistad cuando no puedo ayudarte, sólo porque te piensas que soy tu perrito, Scarlett.

No sabía qué responderle. Tal vez, en el fondo, sabía que era verdad. Me había aprovechado de él y de nuestra amistad.

—Marc, por favor, yo- —opté por suplicar.

—Adiós —y colgó. Me quedé allí balbuceando como un pez, sin poder creerme lo que acababa de pasar.

Miré la pantalla del móvil para comprobar que había colgado realmente y me llevé una sorpresa muy desagradable cuando, segundos después, oí el timbre de la puerta. Me sobresalté porque no esperaba a nadie, pero estaba abandonada a mi suerte. Mi mala suerte.

Tragué saliva y con ella el nudo de la garganta. Tenía los ojos llenos de lágrimas por todo lo acontecido. No podría aguantar una discusión o enfrentamiento más sin ponerme a llorar como una cría. Inspiré e intenté calmarme antes de salir.

Ya sabía que Jesse me había advertido sobre no abrir la puerta ni salir, pero tenía que saber, al menos, quién era.

Me levanté y me apresuré a salir del baño en cuanto volví a escuchar que llamaban al timbre. Sabía que no podía ser Jesse porque se había llevado las llaves. Y tampoco tenía sospecha de quién podría ser porque Jesse nunca me había dicho quién tenía esta dirección.


A paso apresurado por el pasillo, me acerqué a la puerta para ver por la mirilla quién era. Ver el rostro de Jason me sorprendió, pero lo que me dejó más desconcertada fue ver a una chica que iba con él. No sabía si era la novia de Jason o, peor aún, si podía ser alguna chica con la que Jesse se estaba viendo. Ese último pensamiento, me rompió el corazón en mil pedazos.

#2 Implicit. ©Where stories live. Discover now