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-Luces tan joven, SooRa-dice SunMi, completamente admirada por la juventud y belleza de su contraria.

-Teniendo en cuenta que todos los habitantes de Skygall dejamos dr envejecer a los treinta, creo que sí, joven parezco-rió la reina, teniendo cuidado de que, al echar su cabeza hacia atrás, la corona no se cayera.

-No me refería sólo a eso, SooRa-negó SunMi-. Luces fresca...hermosísima. Esos ojos grises contrastan muy bien con tu piel pálida, tienes unos labios gruesos muy lindos ¡y ni hablemos de tu cabello castaño!-sonrió al ver el sonrojo en las mejillas ajenas-. Ahora entiendo por qué JungKook se fijó en tí. Seguro que desde niña eras aún más linda.

La sonrisa que tenía SooRa se borró ante la mención de su esposo, pero aún así decidió cambiar de tema.

-¿Cómo van las cosas con NamJoon? Estoy segura que ese cabello tan negro y esos lindos ojos café lo tienen bobo-le devolvió el halago.

-Hemos decidido intentarlo-sonrió la joven-. Y bueno, ya nos hemos saltado un par de pasos ¡Pero da igual! Porque él me ama y yo lo amo. Y eso es lo que importa.

SooRa sonrió con tristeza al recordar a su fallecido ex-marido.

Extrañaba a SeokJin, claro que sí.

Por eso no podía perdonarle a JungKook aquel acto tan cruel que fue capaz de cometer.

-Supongo que extrañas al rey SeokJin ¿no?-inquirió SunMi.

-Hasta yo lo extraño y nunca lo conocí-mencionó una voz algo grave, mas fácilmente se podía notar que se trataba de uno de los niños.

-¿Qué haces por acá, TaeHyung?-sonrió SooRa.

-Vine porque NamJoon las mandó a llamar a la habitación de...

-Dilo, Tae...-animó SunMi.

-De mi papá...-continuó.

-JungKook no es tu padre de sangre, pero de ti y tus sentimientos depende el llamarlo padre o no. Si él y yo estamos peleados no significa que por eso te dejó de amar y viceversa-explicó SooRa, colocándose de pie, conjuntamente con SunMi.

El ahora adolescente bajó la cabeza y asintió.

Y es que, a pesar de todo, ni él, ni sus hermanos, habían dejado de querer a JungKook. Tan sólo estaban muy disgustados con él.

TaeHyung tomó la mano de su madre y los tres finalmente llegaron a su destino poco tiempo después.

Cuando entraron, notaron que tan sólo ellos faltaban, pues los otros catorce niños, NamJoon y JungKook estaban allí.

Incluso, el pelinegro rey estaba de pie en medio de la habitación.

-Bien...ya que todos estamos reunidos...llegó el momento de que hables, amigo-dijo NamJoon, palmeando el hombro de JungKook.

El susodicho frunció su ceño.

-¿Qué quieres que diga?

-La verdad...Tu historia. De principio a fin-sonrió el muchacho.

JungKook respiró profundo y al cabo de uno segundos comenzó a hablar.

-Mi padre murió poco tiempo después de mi nacimiento y mi madre me crió sola-sonrió nostálgico, mirando al suelo-. Como mi madre era sirvienta real, fui criado en el palacio, conocí a SooRa desde pequeños y desde muy temprana edad comencé a verla como mi amor. En la adolescencia las cosas se me dificultaron pues ella sólo sabía hablar del, en aquel entonces, príncipe SeokJin y que él sería su esposo en poco tiempo.

Nadie hablaba más que él. Apenas y el sonido de las respiraciones de los presentes se escuchaba.

-Siempre sentí envidia de SeokJin...Y el día de la boda fue la peor escena que alguna vez pude haber visto en mi vida-sorbió su nariz, pues las lágrimas ya comenzaban a bajar por su rostro-. Mi madre me animaba a que siguiera siendo servicial con los nuevos reyes y que así, tal vez, SooRa se fijaría en mí algún día. Pero ese día nunca llegó y mi madre murió. Estaba tan devastado, tan dolido porque lo único que me queda de ella son sus fotos y ese cristal-señaló el cristal que reposaba en su mesita de noche-. A partir de ese día, no recuerdo muy bien lo que sucedió...Sólo sé que unas extrañas sensaciones comenzaron a adueñarse de mi ser...lo siguen haciendo, de hecho-agregó-. Pero...de alguna forma u otra, ni siquiera me di cuenta del momento en que había envenenado a SeokJin. Sólo tengo el recuerdo del día de su muerte cuando lo dejó todo en mis manos-soltó un sollozo más fuerte-. Yo sólo deseaba tener a SooRa. Yo sólo quería que ella me amara como yo la amo...Yo sólo quiero que ella sea feliz. Pero, no-escupió con rabia-. SeokJin siempre se ganó ese lugar.

Cuando los puños del rey se apretaron y de su boca comenzaron a salir rencorosas palabras, NamJoon observó el cristal perteneciente a JungKook y lo vió oscurecerse tal y como la primera vez.

Y fue ahí cuando se desató el caos.

JungKook cayó de rodillas al suelo mientras gritaba de dolor y la piel de su rostro comenzaba a quemarse sin necesidad de fuego alguno.

Todos estaban horrorizados por la escena, incluso NamJoon, que lo había planeado todo.

Cuando el dolor pasó por unos instantes, JungKook dejó caer sus hombros y su cuerpo se balanceaba hacia los lados.

Los ojos del pelinegro amenazaban con cerrarse por mucho que este se esforzara en mantenerlos abiertos.

-¡No!¡No cierres los ojos, JungKook!

Para sorpresa de todos, fue SooRa quien se arrodilló en frente de su esposo, tomó su rostro entre las manos y lloró.

-No te vayas...No nos dejes-rogó en un suspiro casi ahogado.

La deteriorada mano de JungKook se colocó sobre su mejilla, donde dejó una tierna caricia.

El joven rey sonrió de lado y echó la cabeza a un lado, dejando así caer la corona.

-¡No!¡No!¡No lo hagas, papá!-NaHee se arrodilló a un costado de su padre y lo abrazó.

Luego de ella, le siguieron los otros catorce infantes.

Pero JungKook ya no tenía fuerzas y se los hizo saber.

-Estaré mejor muerto-murmuró con un hilo de voz.

-No digas eso, JungKook ¡Por el amor de Ari! Jamás vuelvas a repetir eso-negó SooRa-. No puedes irte.

Las palabras no parecían convencerlo y eso lo entendió SooRa a la perfección una vez JungKook hubo negado con la cabeza.

No teniendo más métodos de persuasión, tomó una pequeña bocanada de aire, y se lanzó a besar con delicadeza los labios de su marido.

El corazón del pelinegro rey se encontraba tan cálido en aquellos momentos, que sentía un gran alivio. Por segundos, estaba teniendo lo que quería: la mujer que amaba lo estaba besando y sus hijos lo abrazaban con cariño.

Tan cálida fue esa sensación, que los cristales, no tan sólo el presente en la habitación, tomó un color blanquecino incluso más brillante que los anteriores.

Y ese fue el momento en que NamJoon tomó en manos el martillo que con anterioridad había llevado y de un solo golpe rompió el vidrio.

Aquel blanquecino cristal quedó vacío, con su característico color natural y JungKook, cayó inconciente en los brazos de su esposa y sus hijos.

-¡JungKook!

-¡Papá!

-¡Rápido, SunMi!¡Trae un cristal!-ordenó NamJoon, ayudando a la famila a colocar a JungKook sobre la cama.

Vaya sorpresa que se llevó SunMi al salir y notar que los cristales en todo el reino habían vuelto a la normalidad.

Sin embargo, comenzaban a tornarse medianamente grises y la joven sabía el por qué de ello.

SooRa se sentía triste. Tenía miedo de que JungKook muriera.

Apresurando sus pasos, logró llegar a la entrada del palacio, donde varios cristales adornaban el césped estando incrustados en la tierra y tomó uno, teniendo el cuidado de no romperlo.

Con la misma velocidad, incluso un poco más, volvió a la habitación del rey y le extendió el cristal a NamJoon.

-Tranquilos todos-pedía el anteriormente mencionado-. JungKook va estar bien.

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