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Llegaron al cementerio a eso de las tres de la tarde y un nubarrón se posó sobre sus cabezas amenazando en empaparles hasta el último hueso si era necesario. Sae Wa se arrodilló frente a la pequeña tumba colocada sobre una colina del cementerio y depositó los hermosos lirios sobre ella.

La vista desde la colina dejaba ver la ciudad al horizonte, el aire revoloteaba entre sus ropas como un intruso y el gélido frío del clima empezaba a hacer que la nariz de Jimin se colorara. El chico se alejó un poco de la tumba para darle privacidad a Sae mientras admiraba el hermoso pasto verde que se extendía en todas las direcciones a las que mirara.

Un escalofríos le recorrió la columna. 

Él odiaba los cementerios y la sola idea de que en ellos estuvieran las personas a las que amaba. Yoongi había sido su amigo, no muy cercano pero lo apreciaba. Por eso cada vez que Sae iba al cementerio Jimin no era capaz de enfrentarse a la tumba incluso estando vacía.

Pero lo que más aterrorizaba a Jimin era la idea de que si no hubiese llegado a tiempo a Neon hace cinco años, el que estuviese visitando dos tumbas sería él. 

Miró por encima de su hombro y notó que como siempre Sae Wa estaba murmurando cosas inaudibles a la tumba, cosas que nunca sería capaz de contarle. 

Desde que Yoongi había muerto, Sae no había hablado de ello con nadie conocido, ni siquiera con Jimin quien había sido su pilar; su soporte y su consuelo.

El frío se le coló dentro de la ropa y se obligó a abrazarse así mismo. 

Cuanto menos tiempo tardaran mejor pues tenía algo muy importante que decirle a Sae Wa.

¿O debería esperar?

Luego de casi treinta minutos por fin la chica se levantó con ayuda de Jimin y dio una última mirada a la tumba para despedirse con sus habituales palabras que aún hacen mella en el corazón del peli plateado.

— Nos vemos el próximo mes, Yoongi.

Salieron de prisa del silencioso campo lleno de flores y recuerdos, la lluvia les pisaba los talones cuando tomaron el metro hasta el apartamento que se había convertido en el hogar de los tres. Aquellos 80 metros cuadrados eran el lugar a donde Sae podía regresar y darse un respiro de todo cuando se sentía atosigada. 

Pero la mejor parte de todas era cuando entraba por la puerta cansada hasta la muerte y encontraba a Jimin en la sala leyendo algún libro dispuesto a recibirla con una sonrisa.

Jimin era su luz; se había convertido en una chispa de fuego capaz de rebotar y prender cualquier rincón oscuro de su alma. Lo amaba, había aprendido a amarlo de una forma que le dolían las entrañas si no estaba cerca de él.

Cuando llegaron al apartamento el silencio se levantó ante ellos. 

Saegi estaba en la guardería y tenían que recogerla dentro de dos horas por lo que mientras tanto podían calentarse un poco y cambiarse para ir a buscarla.

Con respecto al papel de Jimin en la vida de Saegi, él era su padre a los ojos de la pequeña. Sae Wa pensaba que en un futuro cuando la niña fuese lo suficientemente grande podría revelarle la verdad acerca de Yoongi pero mientras tanto, quería que la pequeña se quedara con la imagen de que Jimin era su papá. 

Y en realidad lo era, había estado con ella desde su nacimiento hasta ahora.

Todas las responsabilidades de Saegi eran divididas entre los dos, desde cambiar sus pañales cuando era un bebé hasta buscarla en la guardería. Si se enfermaba, se alternaban los días en los que se quedaban en casa cuidándola. Si había que leerle un cuento, Sae le leería uno y Jimin otro totalmente diferente. 

seesaw → min yoongiWhere stories live. Discover now