Capítulo 5 - OSCORP

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Después de devorar el desayuno, Elia volvió a su habitación y se metió en la cama directamente. Quería dormir un poco más y eso hizo hasta que al medido día Shuri volvió a despertarla para avisarle de que la comida ya estaba lista. Bajó a comer con todos después de ducharse, encontrándose mucho más despejada. Tenía que recuperar el tiempo perdido, de modo que, una vez acabó, se marchó directa al laboratorio. Por una vez decidió dejar de lado la investigación de su padre y ponerse a trabajar en los proyectos que tenía pendiente. Shuri y ella estaban participando en diversas investigaciones, buscando desarrollar nueva tecnología para Wakanda y para el nuevo mundo. Las cosas debían estabilizarse lo antes posible y, aunque hubiera pasado ya un año, todavía faltaba mucho por hacer. Había que seguir reacondicionando viviendas, creando empleo y, en definitiva, permitir que todo el mundo viviera su vida. En algunos casos era más sencillo que otro, la mayoría de los menores cuyos padres habían sobrevivido simplemente continuaban viviendo en su casa de siempre, pero el resto de la población lo tenía más difícil. Simplemente no podían dejar que por culpa de Thanos la gente perdiera la posibilidad de continuar su vida en un punto lo más similar posible a donde la habían dejado.

Elia sabía que Peter entraba en ese grupo de personas que no podían continuar igual, su tía también había sufrido el lapso y los dos vivían una situación complicada. Pepper había tratado de enviarles dinero, era parte de la beca Stark, pero lo habían rechazado. La única opción que tenían era enviarles dinero a la fundación que May había creado y ella misma se había asegurado de que el talón tuviera muchos ceros. Así ayudaba a todos. 

La pantalla de su móvil comenzó a brillar y no tardó en comenzar a oirse la música que indicaba que una llamada estaba entrando. Elia cogió su móvil y miró el número. El nombre de Pepper aparecía en letras blancas.

–Hola –sonrió al descolgar–, ¿qué tal?

–Hola, cariño –la voz de Pepper sonaba feliz. De fondo podía oír la risa de Morgan correteando por toda la casa–. Deja eso –regañó a su hermana y después se oyó un pequeño forcejeo en el que ambas hablaban, pero las voces eran lejanas. Elia simplemente esperó sin poder contener una sonrisa. Su hermanita era un trasto–. Perdona –dijo Pepper volviendo a la conversación–, a tu hermana le ha dado por colarse en el garaje de tu padre otra vez y coger sus cosas. Se ha puesto uno de los brazos, pero he conseguido quitárselo antes de que haga nada.

–¿Es Elia? –chilló su hermana, perforando su oído.

–Sí, ¿quieres ponerte?

Hubo un pequeño silencio, pero Elia casi podía ver como Morgan extendía los brazos hacia el teléfono y asentía.

–¿Tata? –se oyó decir a la pequeña.

–Hola cielo –saludó Elia, con una sonrisa de oreja a oreja. La emoción de su hermanita era lo mejor del mundo–, ¿cómo estás?

–Bien, pero quiero que vengas a jugar conmigo. Mamá no me deja coger los juguetes de papá.

–Ah, ¿y crees que yo sí te voy a dejar? –preguntó Elia, esperando a ver cómo la niña salía de esa.

–Tú eres más divertida –dijo chantajeándola. Pepper protestó al oirla.

–Mamá es divertida –respondió. Morgan aún era pequeña y no le habían explicado que Pepper no era realmente su madre, aunque la mujer se lo había ganado a pulso–, pero quiere lo mejor para ti. Los juguetes de papá son peligrosos.

–Pero tú puedes usarlos –repuso, empezando una pequeña rabieta–. Quiero que vengas y me enseñes.

Elia rió a carcajadas. Era insistente, había heredado la cabezonería de los Stark.

El Guardián siempre protege [Peter Parker]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora