Capítulo XXX: Vigilia

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Cuando el telefono del hotel sonó pude escucharlo incluso aunque me encontraba en una de las habitaciones más alejadas. No mucho después alguien tocó la puerta. Fui en seguida y abrí la puerta, una chica se encontraba al otro lado, probablemente sea una de las empleadas de limpieza.

–Señor, ¿es usted Adrien Ion Serban? –me preguntó la chica tímidamente.

No tenía más de treinta años, estaba demasiado delgada, parecía que el viento podría llevársela en cuanto hiciera un ventarrón y ella saliera a la calle, tiene cabello corto atado en una sencilla cola de caballo castaña, descuidado, de piel color canela.

–Tiene una llamada –dijo sosteniendo el telefono.

Le agradecí y lo tomé, después de darle un par de monedas que ella observó como si fueran el mayor de los tesoros, cerré la puerta sin parecer grosero y contesté el telefono.

–¿Diga?

–Adrien, somos nosotros –escuché la voz del señor Iván.

–Lo sé, nadie sabe mi segundo nombre y menos el apellido de mi madre.

–Mi padre consiguió descubrir si alguien estaba vigilando nuestras conversaciones, tuvo que mover algunas influencias, pero lo logro, no creo que te sorprendas, pero tenías razón al desconfiar y no querer decirnos nada. Mónica está arrepentida de no haberte creído –dijo el señor Iván.

–No estoy arrepentida –aseguró a lo lejos–. Por supuesto estoy enojada conmigo misma, pero no hice nada grave de lo que deba arrepentirme.

–Como sea –dijo el señor Iván volviendo al tema anterior–, tenías razón. Parece ser que esas personas a las que investigaste, esos Opositores de mierda nos estaban vigilando, e intentaban obtener tanto como fuera posible sobre la misión que te encomendamos. Como dije, no debería sorprenderte, tú siempre lo sospechaste.

–Así que nuestro padre –interrumpió la señora Mónica tomando el telefono–, hablo con personas del gobierno en ese país para que se le diera una línea personal, este es un numero único al que puedes llamar desde cualquier lugar y con el cual podemos comunicarnos sin preocupación de que esos malditos escuchen algo.

–Dinos todo lo que sepas sobre nuestra hermana –comentó el señor Ladislav también.

Suspiré. Si ellos aseguraban que el amo había conseguido una línea privada, entonces tenía que creer que todo era seguro, aunque mi paranoia desde luego no fuese a terminarse nada más por eso.

–Lo que he descubierto con ayuda del demonio Irian y de otro vampiro que me está ayudando es que entre los Opositores hay una chica que asegura ser la Hija de Drácula. Aunque no confío demasiado en que lo sea, es poco probable tomando en cuenta que la muchacha se presentó ante mi colaborador, y no vino directamente a mí.

–Ciertamente presentarse ante un vampiro cualquiera teniendo a Adrien cerca no es algo que nuestra hermana haría –aseguró la señora.

–Desde luego no. Prosigue, Adrien.

–También me pareció muy extraño que naciera entre los Opositores, no creo que, por más que ella quiera cambiar las cosas, sea capaz de algo así.

–¿Qué quieres decir?

–La chica me aseguró que su intención era arreglar este asunto entre humanos, vampiros y opositores, que quiso hacer como humana entre esa familia para demostrar que todos podemos convivir en paz. Sin embargo, no es algo que me crea.

–¿Qué supones?

–Estaba pensando hacerle pasar las pruebas necesarias para demostrar que es la Señora Annabeth, pero ella aparentemente se indignó de que fuese incapaz de reconocerla y se marchó. Me dijo que le hiciera las pruebas cuando quisiera y ella las cumpliría porque era la señorita. Sin embargo...

La Hija de Drácula/Una Verdadera HerederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora