Capítulo IX: Candidatas

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El chico obedeció y se retiró, pero no se alejó más que a una esquina del gimnasio desde donde atrajo las miradas. Era todo un hijo de su padre. Su forma de andar, mirar y hablar era todo Henry. Solo tenía el corazón de su madre y cierto rencor hacia los mortales que yo sin querer le había infundido.

Agradecí a todos por haberme permitido hacer las entrevistas. Aseguré que no había nada claro con respecto a la señorita Annabeth, pero que en caso de tener más información volvería a su institución para hacérselos saber.

Realmente no pensaba hacerlo. Mantenerles las ilusiones a esas chicas era una cosa, servía de mucho. Me iría a otras escuelas como había sido solicitado, y si no encontraba nada no pensaba volver a esta, al menos no para la misión que me correspondía. Me marcharía sin avisar y eso sería todo. Le haría saber a Drácula que en ese pedazo de tierra donde se sentían tan especiales, no había nada.

Eso también serviría para mantener a Beatriz y su hijo a salvo. Después de todo cuando la cueva donde mi madre vivió junto a esa mujer y al chico ya no era desde hacía mucho tiempo, el mejor lugar para que ellos vivieran. Después de la guerra y aprovechando la confusión había sacado a Beatriz y su hijo y los había llevado a esa parte del mundo esperando que Drácula nunca se acercara.

Terminé de dar las gracias y me dirigí a la oficina que me habían prestado. Pensé que debería ser el lugar de trabajo del profesor de educación física. Arreglé todos los papeles que debía arreglar y comencé a escribir una carta que enviaría a Drácula después. Mientras buscaba el sello personal, el muchacho entró sin decir nada.

–Adrien –dijo él cuando entró y revisó la carta–, parece que no te fue nada bien.

–Ah, claro, siéntete como en tu casa Ezrael –le dije en broma–. Tantas chicas que creen son la Hija de Drácula, ¿puedes creerlo? –pregunté.

–Son huecas.

–Tú has vivido muchas veces entre los humanos, los conoces un poco más, así que no tengo que explicarte lo mal que la paso con todas estas bobas. ¿Puedes creer que algunas se han peleado con sus padres porque estos les han dicho que de ninguna manera deben presentarse a esta entrevista ya que no son Hijas de Drácula?

–Lo creo. He vivido entre los humanos, soy en parte humano, pero jamás los he comprendido –aseguró él.

–Algunas de estas chicas están obsesionadas. Es como si alguien fuera a darles un premio –comenté.

–Uno a la idiotez –dijo él arqueando una ceja–. No tienes que explicarme cómo te sientes, Adrien, conozco a los humanos, sé cómo son y en lo que creen, dinero, poder y fama. Han perdido su fe, entonces llegaron los vampiros y fue como una luz que iluminó su camino oscuro, luego les dices que los Dracul buscan a la Hija de Vlad, es como si les hubieras puesto un cofre de oro al alcance de sus manos, aunque jamás lo podrán tomar. Pero está ahí, abierto para su deleite –dijo sentándose en la silla y poniendo los pies en el escritorio.

El muchacho era realmente un vampiro en toda la extensión de la palabra. Elegante para vestir, con un aire a estrella de rock, pero a un verdadero rockero, no a esos que solo son pose e imitación.

–Hablemos de otra cosa, ¿tu madre ha pensado en la Puerta del Cielo? –pregunté.

Durante los años siguientes a lo sucedido, cada visita que hacía a mi madre también charlaba con Beatriz del mismo tema, pero ella no recordaba nada importante con respecto a esa puerta. Nos vimos obligados a hablar cada vez menos de Henry para evitarle a Ezrael escuchar ese nombre. Una vez que Beatriz que convirtió en una bruja, pudo salir a investigar, aunque le pedí tuviera cuidado, después de haber conseguido la larga vida de una bruja, las cosas no volverían a ser lo mismo para ella.

La Hija de Drácula/Una Verdadera HerederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora