Capítulo XVI: Risa de Demonio

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De igual manera no puedo comer nada.

Tengo una vida eterna. Una vida vacía. Lo único que me motivaba realmente a seguir adelante eran dos cosas. La primera: encontrar a la señorita Anna y devolverla a su padre; la segunda: Beatriz y Ezrael. Sí, prefería morir antes que verlos morir. Salí al pasillo del edificio, me dirigí a la escalera, casi nadie las usaba, una vez ahí me senté y reí amargamente.

Nunca había querido admitir una verdad que recientemente rondaba mi cabeza. No era capaz de vivir sin ellos, no solamente porque habían sido años ocultándolos, sino por más razones.

–Los necesito. Los amo.

Después de pensarme un rato lo que había dicho, desvariar y ponerme sentimental como humano, me levanté y encaminé a la escuela. Era sábado y pocas personas iban, a menos que se tratara de los deportistas, los estudiosos, los que tenían clases extra curriculares, castigos, o para simplemente perder el tiempo. Pero tenía que seguir buscando información. No me importaban los alumnos en ese momento.

Con lo que Euphemia había dicho acerca de la señorita Annabeth, que ella apoyaba a los opositores, debía encontrar a las personas más cercanas a éstos. Es decir, en este caso, ni más ni menos que esa chica que había visto. Tal vez ella no iba a estar en la escuela ese día a esa hora, pero podría buscar la información sobre ella.

Le había mentido un poco a Beatriz diciéndole que no iría a la escuela, pero lo cierto era que necesitaba información sobre esa chica. La única manera de conseguirlo era sabiendo dónde encontrarla, cuidando sus movimientos y sabiendo a dónde iba cuando descansaba los fines de semana. Si estaba en lo correcto y esa chica de verdad pertenecía a los opositores, o por lo menos era hija de algunos de ellos, sabría dónde estaba la Hija de Drácula.

Sería esa persona quien estuviera cazándonos, uno por uno, matando a quienes revelaban información importante, tratando de hacernos creer que se trataba de la señorita. Pretendiendo que nos pusiéramos unos en contra de otros, nosotros mismos, vampiros. ¿Y todo por qué? Yo no era ningún tonto, sabía el por qué. Para una guerra, una entre vampiros, entrecasas, para matarnos y luego querer matar a la humanidad. Pero no iba a darle oportunidad.

Cuando la encontrara y la encarara, estaba seguro que descubriría que no se trataba de la señorita, así que la mataría sin que nadie se diera cuenta para evitar así problemas. Matar en silencio era cosa muy propia de los vampiros.

Llegué a la universidad, la última que había visitado, y me adentré en busca de la dirección. No necesitaba centrarme demasiado en los jóvenes, ellos podían correr en la cancha mientras las chicas seguían su rutina de ejercicios para el siguiente juego. Los de clases extras continuar con sus estudios en los laboratorios o bibliotecas. Yo fui a lo mío. Pasé de largo por el pasillo evitando a toda costa encontrarme a las personas, no necesitaba parecerle sospechosos. La dirección no se encontraba más allá de aquel pasillo.

Una vez que llegué abrí la puerta sin problema, cuando eres hijo de una bruja, aun cuando fuiste convertido en vampiro, conservas habilidades de magia, y además aprendí algunos hechizos de mi madre, el de abrir puertas era uno que no tenía grado de dificultad. Había cierta diferencia entre la naturaleza de Ezrael y la mía pese a que su madre, igual que la mía, era bruja. Mi madre fue una bruja toda su vida.

Así que la magia, la poca que había sobrevivido de ella en mí, me ayudaba muchas veces, aunque no era dependiente de ella.

Dentro de la dirección había una computadora, pensé que el director habría guardado los datos de sus alumnos en esta, pero por si acaso también llevaba un registro en papel, revisé en el estante que tenía al lado.

La Hija de Drácula/Una Verdadera HerederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora