Capítulo XII: La Quinta Novia

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Irian era un amigo nuestro, casi siempre sabía en dónde estábamos, pero no era como nosotros, es decir, no era un vampiro. El chico tomó el vaso que Artemio acababa de servir usando la cola y lo acercó a su mano. Irían era un demonio y como muchos otros, no temía mostrarse como era. Con ese par de pequeñas alas y esa cola puntiaguda. Aunque tampoco era su verdadera forma, al menos eso había dicho. Para él los días eran noches, y las noches días, no era poco común que siempre saludara de esa manera.

–¿Dónde dejaste a tu zorra en turno? –pregunté–. Me sorprende que no la trajeras.

–Ella no es una zorra, al menos la chica que cortejo esta vez es una dama.

–¿Dama? Eso quiero verlo –dije.

Él era un demonio, llamativo, con el cabello rubio cenizo y los ojos grises que la mayor parte del tiempo se dedicaba a ir con varias mujeres a un bar, divertirse con todas ellas y todos eran felices. Claro, casi todas bajo la influencia de su aroma, el aroma de los demonios vuelve locas a las mujeres sobre todo a las que descienden de brujas, muchas de ellas sin saberlo; otra de las razones es que el libido de los demonios las mantiene cerca; y otras veces por hipnotismo.

Al final, todas aquellas muchachas que él seguía, caían ante Irian, por ello me sorprendía escuchar que no llevaba una chica al bar, sino que estaba tras una. Cuando se le resistían usaba su poder.

Al principio de que aparecieron los vampiros, también los demonios hicieron lo propio. Solo que ellos no se presentaron para dar algo a cambio de otra cosa. Solo dijeron que querían andar entre los mortales y vivir como cualquier otro ser. No iban a poseer a nadie como en las películas, tenían un cuerpo sólido así que no requerían un huésped mortal.

–No puedo con ella, ni siquiera hipnotizándola. Es como toparse con un muro, parece que nada le afecta. Le agrado, eso lo sé –dijo Irian–. Pero he de conseguirla, me gusta esa chica.

–Como quieras –dije–, por mí, puedes hacer lo que te dé la gana. Siempre y cuando no me estorbes como hace cien años.

–Hace cien años esa pequeña zorrita te buscó implorando ayuda, pero no era la Hija de Drácula, no me culpes por matarla.

Unos cien años atrás, o más, cuando recién conocí a Irian, él estaba tras una muchacha de dieciséis años, la chiquilla se le había escapado del lecho antes de que siquiera pudiera tocarla. O al menos eso fue lo que dijo ella, aunque no expresó que la hubiera atacado un demonio, solamente comentó el peligro en el que había estado.

Durante aquellos días los vampiros todavía no nos habíamos presentado ante el mundo como nos veían ahora. Todavía éramos un mito, y a pesar de ello algunas personas conocían nuestra existencia y la de los demonios. La chica que se le escapó a Irian huyó al lugar incorrecto, a los territorios de Drácula y uno de los hijos de mi amo la había atrapado.

La chica había contado su historia de una forma muy hermosa, casi dramática, y la señora Sonja que simpatizaba con todo lo que era novelesco le había creído. Además de ello, una de las sirvientas corroboró que la chica parecía haber sido abusada. La muchacha comentó que iban a hacerle lo mismo por segunda ocasión y por eso escapó, pese a que en su primera versión dijo que no le habían hecho nada al menos en esa vez.

Y aunque nos pareció un poco extraño, pensamos que había tenido miedo de decir nos la verdad y por esa razón mintió primero diciendo que había estado a punto de ser agredida cuando ya en realidad lo había sido.

No creíamos en ella como la Hija de Drácula, pero pronto mi señor se encariñó con la muchacha al grado que casi le dio dicho título. Entonces una tarde cuando ella fue a pasear a los campos con uno de los caballos y yo cuidándola, Irian apareció. Al principio creí que era otro vampiro, normalmente ellos van a la casa Dracul y nos llevan regalos u ofrecen algo. Luego noté la cola y el par de alas. Irian se dejó ir en contra de la chica y simplemente clavó su mano en su pecho.

La Hija de Drácula/Una Verdadera HerederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora