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Unos segundos después, nos soltamos, incómodos.
Ella tosió y se disculpó, mirando al suelo.

Dios, Lindsey.

Yo la besé.
La besé con todo el amor que acumulé durante quince años de estar alejado del amor de mi vida.
Quince años que jamás me perdonaría.

Lo más sorprendente fue ver que Lindsey no se alejó, no me empujó ni me rompió la nariz de un puñetazo por haberla besado.
Simplemente se quedó, besándome.
Muy despacio.
Con dulzura.

Lentamente nos separamos, yo tenía mi mano tocando su barbilla, su piel suave y blanca.

Nos miramos.
No pude evitar sonreír al ver esos ojos que me habían quitado el sueño más de una vez.

- Gerard, yo...

- Shh, tranquila. Vanya nos necesita, vamos - le sonreí.

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Mis padres entraron en la sala de rehabilitación pocos segundos después. De seguro se quedaron discutiendo de nuevo.
Mi madre estaba roja, ¿Tan enojada estaba? Dios, Gerard, ¿Qué le habrás dicho?

La enfermera me ayudó a pararme en la pasarela con barandales.
Me habían conectado miles de cables y electrodos en todo el cuerpo. Al otro lado de la plataforma había una pantalla que mostraba mi ritmo cardíaco. Mi objetivo era llegar hacia esa máquina, tratando de no tomarme de los barandales de la pasarela.

Me quedé quieta un segundo.
Respiré hondo.
Iba a caminar de nuevo.

- Vamos, cariño. Tú puedes. - susurraron mis padres detrás mío.

- Cuando estés lista, Vanya. - dijo el médico desde detrás de una computadora que controlaba todas las señales que le llegaban desde los cables conectados a mi cuerpo.

Exhalé.
Aquí vamos.

Repetí el proceso, que ahora me hacía sentir aún más nerviosa.
Trasladé lentamente mi peso hacia mi pierna izquierda, solté el barandal y adelanté la derecha.
Traslado de peso. De nuevo.
Un paso.
Dos.
Diez.
Quince.

Cerré mis ojos. Podía escuchar mis propios latidos.
Sólo dos pasos más, Vanya. Dos pasos y lo habrás logrado.
Dos pasos definen el último mes de tu vida.
Uno.
Dos.

Cuando abrí mis ojos, ahí estaba.
Tocando la máquina al otro lado de la pasarela.
Lo había logrado.
Las enfermeras y médicos sonreían satisfechos. Me giré a ver a Gerard, a mi mamá.

Lloraban de felicidad.

Volví a sentarme en la silla. Estaba exhausta.
Había hecho demasiado para haber estado un mes sin moverme.

Gerard y mi madre me abrazaron. ¡Estaba caminando de nuevo!

La enfermera me llevó a mi habitación y me recosté de nuevo. El médico llegó un minuto más tarde. Mamá se paró junto a mí y sostenía mi mano, y Gerard estaba sentado del otro lado, en una silla junto a la cama.

- Bueno, Vanya. - dijo el doctor,- Debo decir que me impresiona el progreso que has hecho. Tus huesos están algo débiles aún, pero lo iremos compensando. Vas a usar unas muletas durante un tiempo, para que logres soportar tu propio peso hasta que tus huesos, articulaciones y músculos se fortalezcan de nuevo. También vamos a darte una dieta rica en calcio y unos suplementos vitamínicos para ayudar a acelerar el proceso.
Dentro de dos semanas tendrás que venir de nuevo para chequear que tu recuperación haya comenzado bien. Luego te iremos dando citas para controlar tu rehabilitación, pero ya no necesitarás mantenerte internada.

¿Esto de verdad estaba pasando? ¿Lo estaba superando?

- Muchísimas gracias, doctor - dije.

- Eso no es todo. Dado que allá has logrado superar la pasarela casi sin tomarte de los barandales, vamos a tenerte en observación hasta mañana. Y podrás ir a casa.

Famous Last Words 1 • Gerard WayWhere stories live. Discover now