Historias de Northuldra (Parte 3)

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Leenara frunció el ligeramente el entrecejo. Pero con voz impasible, replicó:
-Claro que somos amigas, Thornleah. Pero, tal vez... debamos de tener más consideración con Brooklaus.

-¿Porqué? ¿Porqué mi papá lo escogió para ser líder? ¡Creo que ya todos le dan demasiadas consideraciones por eso!

-Bueno, sí... Pero no sólo por eso; es más joven que nosotras.
Y... de acuerdo a nuestros preceptos como parte del pueblo de Northuldra, debemos de ser como hermanas mayores para él; tratarlo bien...

Thornleah miró a Leenara con una mueca desdeñosa.

Pero, sin inmutarse y continuando con su costura, ella respondió:
-Además, si te ven despreciándolo, Yelana te impondrá otro castigo.
Y ahí... tu padre no podrá interceder por tí.

Al oír eso, Thornleah lanzó un sonoro gruñido de fastidio y arrojó el elegante cepillo a su cama de paja, cubierta por una bellísima colcha bordada a mano.
-¡Cómo odio que haya tantas reglas!

Leenara se limitó a asentir mientras lanzaba un pequeño suspiro.
Parecía estar bastante acostumbrada a lidiar con los berrinches de la hija del líder.

Aún molesta, Thornleah se dejó caer en su cama y se quedó mirando el techo por unos instantes.

-Ya está, terminé. ¿Qué te parece?

Resignada, Thornleah se levantó y se acercó a donde la (futura) mamá de Iduna se encontraba sentada.
Su expresión cambió drásticamente al ver el bordado.
-¡Es perfecto, "Leena"! ¡Es lo mejor que has hecho!

-Bueno, el hilo que consiguió tu padre es muy distinto al que hacemos aquí. Recuerda que éste es más frágil y...

Pero Iduna se percató de que Thornleah no la estaba escuchando. Con delicadeza, tomó el tejido entre sus manos y se paró frente a un espejo de cuerpo completo que estaba al lado de su cama.

Los espejos eran algo muy escaso en Northuldra. Y tener uno de ese tamaño...
"¿Cómo fue que lo consiguió?"

Thornleah puso con cuidado el tejido sobre sus hombros. Lo que había cosido Leenara eran unas hermosas mariposas con alas de distintos colores, entre ellos, habían hilos centelleantes, que parecían estar hechos de plata.

-¡Se verá hermoso una vez que esté tejido en mi vestido nuevo!

Leenara sonrió.
-Me alegra que te haya gustado. No estaba muy segura de poder hacerlo tal y como tú querías...

-¡No digas tonterías! ¡Eres la mejor haciendo este tipo de cosas! Y ya con ésto, me veré más como la hija del jefe en la próxima visita al "mercado de trueques."

El mercado de trueques era, como decía el nombre, un lugar donde distintos pueblos iban a intercambiar alimentos y otros bienes.

Pero hasta donde Iduna sabía, el pueblo de Northuldra había dejado de ir al mismo. De hecho, sólo iban cuando necesitaban surtirse de algunas medicinas y sólo elegían a los más serios y responsables.
Por eso, le parecía extraño que Thornleah lo mencionara.

Pero, entonces ahí fue donde consiguió el espejo y los hilos...

Leenara se levantó de la silla.
-Si te parece, lo coseré a tu vestido mañana.

-¡Sí, adiós!- canturreó la vanidosa muchacha sin siquiera voltear a verla.

Leenara contuvo una risa mientras negaba con la cabeza, como si quisiera decir: "Así es ella. No tiene remedio."
Y sosteniendo su canasta con objetos de costura, salió de la cabaña, cerrando la puerta tras ella.

Iduna la siguió, rogando con todas sus fuerzas que Vindur la dejara saber más de su madre cuando ésta aún estaba con vida.

-¡¡¡YA SALIÓ!!!

Tanto Iduna como Leenara voltearon a ver (con la misma expresión, todo se diga) hacia donde provenía la voz.

Y entonces, vió como un grupo de unos 20 niños y 3 preadolescentes, se dirigían corriendo hacia ella.

Y para sorpresa de Iduna, la chica se aproximó a ellos, con una tierna sonrisa.

-¿Ya están listos?- les preguntó con serenidad.







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