Capítulo 10: Corazones desorientados

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Castiel disfrutaba de lo que sea que le hiciera perder clase. Sí, la carrera de orientación era parte de la nota de Educación Física, pero le parecía mejor caminar por el bosque húmedo que estar encerrado en un aula escuchando lecciones que no le importaban. Ahora que la directora estaba de vuelta, a Castiel le cayó un sermón tras otro por las faltas que llevaba en el semestre. Era un fastidio.

Nathaniel estaba con Alexy y se preguntaba en qué momento se habían hecho cercanos, ¿era por la clase de artes? ¿Quizás tenían cosas en común? Los observó entrar al bosque y le dolió el estómago. Le hubiera gustado hacer esa actividad con él; cada carrera de orientación, en realidad... ¿Aún quería eso? Llevaba semanas evitando pensar en lo sucedido.

―Gatito ―lo llamó Debrah y le jaló la mano―, ya seguimos.

El profesor Boris les pidió sus celulares, no los permitían para evitar las trampas. Les entregó una brújula y un mapa en donde venía la palabra a formar con las letras que encontrarían en las balizas, y les tomó el tiempo una vez que pasaron la línea de partida.

Castiel nunca se tomaba en serio la carrera. Su compañero era Lysandro cada vez y era tan despistado que les tomaba más tiempo llegar a la meta, razón por la que Castiel cargaba un móvil viejo sin que nadie supiera en caso de que se perdieran. Esta ocasión, quería concentrarse en la carrera para mantener su mente ocupada. No quería pensar en Nathaniel ni en Debrah, que estaba a su lado.

Apenas encontró la primera baliza, ella se apresuró a ponerse delante de él.

―Qué veloz ―halagó, agitada―. Tomemos un descanso.

Castiel la rodeó para seguir su camino.

―Es una carrera, de eso se trata.

―Pero no es una carrera entre nosotros. ―Debrah lo alcanzó y se enganchó a su brazo, frenándolo―. Vamos con calma.

―¿En qué mundo eso tiene sentido?

―Estás siendo borde.

―¿Y apenas te diste cuenta? ―Ella hizo un puchero y Castiel notó indicio de lágrimas en sus ojos, él suspiró―. Perdona.

―Está bien, Gatito ―dijo con una sonrisa ligera―. Mejor disfrutemos de la naturaleza, el olor a tierra mojada...

―Tú odias todo eso.

Debrah lo abrazó de la cintura y se puso de puntillas.

―Pero no odio esto.

Castiel hizo su mejor esfuerzo por no alejarse cuando lo besó.

¿Intensa? No sabía si era cómo podía describir su manera de besar. Ella movía los labios y la lengua con atrevimiento y siempre usaba las manos para tocar su cuerpo. Su pecho, su abdomen, su espalda. Las manos de Debrah no tenían reparo en explorar su piel bajo la ropa. No fallaba el vuelco en su estómago cada vez que lo hacía. No, no intensa. Invasiva.

Él se apartó para detener el beso, pero no pudo soltarse de ella.

―Debemos hacer la carrera.

Debrah se echó a reír.

―¡Ay, por favor! Como si te importara la nota. ―Se puso de puntas de nuevo en un intento de alcanzar su boca―. Vamos a divertirnos de otro modo, Gatito.

―Debrah, no...

―¿Alguna vez te dije lo feliz que me hace que estemos juntos de nuevo? ―Castiel apretó los labios y ella regresó los talones al piso, pero no borró la dulce sonrisa de su rostro―. Te extrañé mucho, no debimos terminar.

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