Capítulo 24: El sobrecogimiento ante las miradas

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Lysandro y Castiel dedicaron parte del ensayo en ayudar a Nathaniel con la práctica de la batería, después de que Iris se fuera más temprano de lo habitual. Nathaniel se sentía cada vez más cómodo con el instrumento, no era tan sencillo, pero las canciones que habían elegido sí le hacían el trabajo más fácil.

―Para ser honesto ―comenzó a decir Lysandro después de que Nathaniel terminara de tocar una canción―, estoy bastante sorprendido de lo rápido que aprendes. Si sigues así, tocarás más que bien para la presentación.

Castiel sonrió por el cumplido. No podía estar más de acuerdo, le enorgullecía que Nathaniel estuviera aprendiendo algo a lo que era ajeno y hacerlo tan bien. Lo que más le gustaba era verlo disfrutando, seguro era un alivio para él de todo el trabajo que tenía encima.

―Incluso creo que pudimos intentar con mis canciones ―sugirió mirando a Castiel.

―Lysandro...

―¿No fuiste tú quien pensó en tocar canciones populares? ―preguntó Nathaniel, confundido, y Lysandro alzó las cejas.

―Oh, no le has dicho ―comentó, divertido.

―Calla.

―¿Decirme qué?

―Nada.

―Fue Castiel el que pensó en eso ―reveló Lysandro―. Dijo que sería más fácil de aprender para ti, por eso escogió canciones románticas.

El corazón de Nathaniel dio un vuelco. ¿Castiel había pensado en eso incluso cuando no estaban en los mejores términos?

―¡Lysandro!

―Ah, sí, canciones sencillas ―corrigió sin esconder su sonrisa, lo que provocó una mirada de irritación de su amigo―. ¿Qué?

Castiel resopló, mas no tiró ninguna queja. Aunque le causaba cierto bochorno, era algo inofensivo. Para Nathaniel era curioso ver la forma en que Lysandro bromeaba: mantenía su voz de siempre, sin exagerar ni soltar palabrotas. Hasta resultaba más efectivo verlo burlarse con la serenidad que tanto lo caracterizaba.

―Debemos irnos ―anunció Nathaniel―. Lysandro y yo quedamos con Alexy.

Castiel se notó incómodo e intentó sonreír, pero los labios quedaron estirados en un gesto poco natural.

―Bueno. ―Carraspeó―. Diviértanse...

Nathaniel le sonrió. Era un alivio saber que de verdad estaba intentando calmarse con sus celos después de que le había dicho que no sería un imbécil.

―¿Quieres venir?

―Sí.


Nathaniel sabía que si su padre estuviera en casa no habría asomado ni un pie fuera de su habitación, por eso era difícil disipar la emoción de estar en público con Castiel, nunca creyó que sus ilusiones se convertirían en realidad. Los nervios querían apoderarse de él, pero su voz racional le decía que estaba bien. Seguían siendo pareja para la clase de Naddine y Lysandro y Alexy estarían con ellos, podía contar con sus amigos para evitar que algún conocido viera rara la situación.

Le sonaba un poco extraño usar la palabra «amigos», en plural.

El café estaba tranquilo para ser sábado en la noche: la música que sonaba a través de las bocinas era moderada, había algunas universitarias riendo alto de vez en cuando, un grupo de tres adolescentes y una pareja de ancianos cerca de la calefacción. Los chicos vislumbraron a Alexy al fondo en una mesa pegada a una ventana.

―¡Nath, qué bueno que ya estás aquí!

Se puso de pie para darle un abrazo y ambos notaron la expresión de Castiel cuando se separaron. Nathaniel supo que empezaría una discusión, así que le dio un golpecito en el pecho.

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