IV. El miedo que nos rodea

5.3K 798 126
                                    

You could try and take us
But we're the gladiators
Everyone a rager
But secretly they're saviors
Glory and gore go hand in hand

Glory And Gore, Lorde

—¿Puedo verla?

No me estoy escondiendo de ti. Lo juro. Tampoco de mí. Estoy acostumbrado a enfrentarme a ellas al espejo. Son mi historia, ¿no? No me alejo de ti para quitarme la venda por primera vez porque no quiera que las veas. Es sólo un reflejo.

—Ahm, sí.

Te acercas. Te sientas con las piernas cruzadas frente a mí. ¿Ya sabes que Kirishima me dijo que tuvieron que correrte de la enfermería a gritos? Probablemente. Seguro los has oído comentar por lo bajo sobre nosotros. Yo también, Kacchan —y me atrevo a decir que tengo mejor oído que tú—. Saben que probablemente les gritarías que se metan sus opiniones por sus respectivos traseros, así que a ti no te preguntan nada.

Esta vez es mi brazo izquierdo, cerca del hombro.

Te juro que si escucho las recomendaciones médicas. Sé que si me sigo rompiendo los huesos un día no seré capaz de levantar el puño. Carajo, de mover los brazos.

Apartas mis manos y vas quitando tú mismo la venda. No me quejo, es más cómodo si lo haces tú.

¿Te contó Kaminari que me dijo que te encontró en el baño a dos segundos de romper un espejo? Siempre has tenido problemas para controlar tu temperamento o modular lo que sientes. Todo se vuelve enojo al salir de tu cuerpo. O lo parece.

Está cerca del hombro. Se nota porque está más roja e inflamada que el resto.

—¿Te duele? —preguntas.

Hasta acá puedo notar el esfuerzo que estás haciendo para que tu voz suene tranquila. Pero también puedo oír el rechinar de tus dientes. Apretar tanto la mandíbula no es sano, Kacchan. Te harás mierda los oídos.

—No mucho.

Es verdad. Estoy acostumbrado.

«Fue un accidente», quiero decir, cuando veo tu ceño fruncirse al verla. «No pasó nada, Kacchan». Pero a esas palabras les cuesta salir de mi boca. «A veces pasa», quiero decirte, «cosas del trabajo».

Pero estuve inconsciente tres días y cargo una colección de historias que los demás han ido dándome sobre ti, poco a poco. (Y, por cierto, Todoroki dice que no importa si jamás pagas el control que hiciste explotar de su consola porque sabe que fue un accidente).

—¿Puedo tocarla?

—Ehm. Ahm. Sí. Supongo...

Siento tus dedos recorrer los bordes de la nueva cicatriz. La herida que la causó es lo de menos, en serio.

—Sólo se zafó el brazo —explico—. Y ya estaba herido así que supongo que... fue peor. —Oigo como tus dientes raspan unos contra otros, sin decir nada. Tu mano, la que no me está tocando, se vuelve un puño—. No recuerdo todo. Fue una buena pelea. Si tan sólo pudiera analizarla...

Perdí el conocimiento en el aire. No me rompí las dos piernas de puro milagro.

(Milagro significa que Uraraka prácticamente me atrapó en plena caída).

Lo que pasó después lo sé de oídas. Un día en el hospital, hasta que me trajeron de nuevo a UA y pasé cuarenta y ocho todas —más, menos, las que hayan sido— en una cama de la enfermería sin que nadie supiera exactamente como despertarme hasta que no atraparon al villano responsable. ¿Sabes que le dicen «sueño profundo a su singularidad»? Es muy interesante. Puede hacer que casi cualquier persona caiga en un sueño que se parece... bueno, supongo que se parece al de la Bella Durmiente, sólo que no hay beso de amor verdadero para despertar.

Kacchan [Katsudeku/Dekukatsu] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora