Trece.

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•El cumpleaños•Alek

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El cumpleaños•
Alek

El sol salió y después de mucho tiempo, mi cumpleaños no tenía un buen sabor. Le exigí a Tara que no hiciera sus tan típicas fiestas «sorpresas», a las que solo invitaba a mi padre y mis amigos. Sería incomodo, especialmente porque Amber no era más mi novia y ella aún no tenía conocimiento sobre ello.

Tomé lo primero que vi en el closet y después de una ducha, decidí ir por mi pastel. Sabía que me había preparado uno porque lo miré en la nevera. A veces me daba un poco de lástima lo terrible que era para guardar secretos, y justo eso me mantenía en calma, pues al parecer no había planeado una fiesta sorpresa para mí este año, obedeciendo mis deseos.

— ¡Sorpresa!

Sus gritos por un momento me asustaron, pero pude respirar al darme cuenta de que en la cocina, además del delicioso pastel y esos globos, se encontraban solo mis padres y Caprichos.

Sonreí a labios cerrados.

— ¡Felicidades, mi pequeño! —Mamá se acercó para abrazarme y soltar esas típicas lágrimas de cada año.

—Ya, tranquila... —dije y acaricié su cabello—. Solo son ve-intitrés.

— ¡El año pasado fueron veintidós y el próximo serán veinticuatro! Después estarás casado y con hijos, y me olvidarás...

Me sabía esa historia de memoria, cada año recitaba lo mismo pero cambiando los números de las edades en curso.

—Ya, mujer. Deja al muchacho que disfrute su día. —Papá la alejó de mis brazos para poder tomar su turno y felicitarme.

—Gracias —dije sincero.

Fue entonces, cuando mi vista topó aquellos profundos ojos oscuros. Me pareció inevitable sonreír al verle, llevaba puesto un sombrero de cumpleaños y se veía ridículamente tierna. Se acercó a mí y me estrechó entre sus brazos, justo como anoche cuando nos dieron las doce en su habitación.

—Felicidades, de nuevo —susurró a mi oído, y se sintió tan bien.

Mamá preparó mi desayuno favorito, pero antes me sirvió un rico plato de vichyssoise. Adoraba esa sopa, tanto como a los autos.

—Esto es el paraíso —solté, saboreándome al ver el plato.

— ¿Puedo probar? —Escuché la alegre y pequeña voz de Capri—. Se ve rico y jamás lo he comido.

— ¿Qué? —escupí indignado, arrugando el gesto.

— ¿Qué? —escupí indignado, arrugando el gesto

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LA PRIMERA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora