Takeru

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Ni bien la puerta se hubo cerrado, Takeru colocó en ella su mano derecha y su frente, como si así pudiera evitar la separación, o como si pudiera dejar su espíritu allí mismo. Le dolió alejarse de Hikari, aun más sabiendo que se encontraba sola.


A pesar de que le había prometido a su padre que esa semana iría con él y Yamato a cenar, finalmente optó por quedarse en el departamento donde vivía con su madre. No estaba de humor para ver a su hermano después de lo que había hecho esa tarde, y además aun tenía que acabar los deberes de invierno. Pero, como de costumbre, no podía concentrarse. Le daba vueltas a lo pasado en el día y en lo idiota que se sentía.

Finalmente, decidió que debía despejar su mente y preparó algunas cosas para salir a dar una vuelta, quedarse en algún café que estuviera las veinticuatro horas abierto, aun a pesar de que la noche fría invitaba a quedarse en la cama con la calefacción encendida al máximo.

No supo si por casualidad o por culpa de su subconsciente, acabó en la puerta del departamento de los Yagami. Y antes de que se diera cuenta, estaba golpeándola. Llevaba colgado en su hombro izquierdo un morral con algunos cuadernos y libros. Pronto Hikari le abrió al grito de «¡Ya voy!», y puso una expresión entre preocupada y sorprendida cuando vio quién se encontraba en el pasillo.

Era tarde y él no le había avisado que pasaría a visitarla, porque realmente no había contemplado esa posibilidad.

—Lo siento, yo... estaba algo preocupado porque dijiste que te quedarías sola. Y además... creo que necesito ayuda con las matemáticas —trató de sonar casual y rio por lo bajo al tiempo que levantaba unos centímetros el bolso para enseñárselo.

—Ehh... de acuerdo. Pasa, Takeru.


Durante algunas horas hicieron los deberes. En realidad, ninguno necesitaba la ayuda del otro, pero ambos fingieron en más de una ocasión no entender algo simplemente para tener un tema de conversación. Finalmente, cerraron los libros, habiendo acabado con todos los pendientes y, como aun era bastante temprano y nadie había regresado a la casa, decidieron ver una película en el DVD.

Casi una hora después, tumbados en el sillón, Hikari fue la primera en caer dormida, con la cabeza levemente inclinada hacia el pecho de Takeru. Y como a él no le faltaba mucho para llegar al mismo punto, se levantó con suavidad, apagó el televisor y tomó a la chica de ojos ambarinos en sus brazos. Cuidando de no despertarla, la depositó en la cama y la arropó. No se atrevió a darle un beso en la frente de despedida por miedo a que recuperara la conciencia, y salió de la habitación con cuidado.

Cuando se estaba calzando para salir de la casa, la puerta se abrió. El corazón se le detuvo un momento, pensando en alguna buena excusa para decirle a quien hubiese llegado el porqué de la intromisión.

La figura de Taichi apareció en el umbral; se lo notaba un poco mareado. Primero se sorprendió, probablemente porque hubiese alguien levantado a aquella hora de la madrugada; luego, cuando lo reconoció, lo miró entre suspicaz y divertido y, sin decirle nada, lo despidió con la mano y cerró la puerta una vez Takeru estaba en el pasillo.

Mierda, ¿y ahora?

«Si le envío un correo explicando la situación, seguro pensará que le estoy mintiendo. ¿Qué haría Yamato en un caso como este?» mientras regresaba a la casa de su madre con paso rápido, se imaginó la voz de su propio hermano diciendo algo semejante a «No es necesario que aclares nada, T-K. La gente siempre creerá lo que quiera» . Y tenía razón.

1 de Enero | 2ª edición (#DW2020)Where stories live. Discover now