16.4 - Por proteger un secreto

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—6 años atrás—

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—6 años atrás—

Las calles del mercado eran un buen sitio para correr por tu vida.

Nevan esquivó a una señora que caminaba con un bebé en brazos y se aseguró de arrastrar con él a Ewart cuando se lanzó de cabeza hacia un callejón.

Habían tratado de alejarse lo más posible, pero las voces de los matones que les perseguían aún se oían claras tras sus talones.

—¡¿Tenías que golpearlo en la cara?! —gritó Ewart.

—¡¿Esperabas que olvide lo que me dijo?!

—¡Sí!

Tras cuatro años de vivir en Marvelir uno cabría suponer que ya se habría acostumbrado a soportar los insultos y las provocaciones de aquellos que tenían resentimientos contra su hermano, pero resultaba que no.

Nevan casi podía pasar las provocaciones mínimas, pero cuando estas venían unas tras otra entonces la rabia lo superaba y olvidaba hasta considerar que meterse con muchachos cinco años mayores que él podía ser contraproducente.

Era un grupo de cinco y Ewart había tratado de sacarlo de ahí con chistes y frases de doble sentido, pero Nevan fue estúpido y acabó golpeando al líder de ellos. Ahora estos les perseguían para darle la paliza de sus vidas y parecía que lo único capaz de salvarles era un milagro.

Y si bien Nevan era familiar con la zona, no era como si conociese al detalle cada rincón, cada pasillo, callejón y pasaje en la ciudad.

Creyó que podrían perder a sus perseguidores al doblar en una esquina y entrar a un callejón entre dos edificios altos, pero además de un pasaje angosto, solo encontraron una reja de un costado, y un muro de ladrillos al otro.

Era un callejón sin salida.

—¡Por aquí! —dijeron voces tras ellos.

—Oh no...

Nevan y Ewart se miraron entre ellos y buscaron por todas partes alguna forma de escapar, pero todo lo que tenían a su alcance eran unas viejas cajas apiladas en un rincón.

Urgido, Nevan se agachó frente a estas y buscó como pudo un espacio entre ellas o dentro de las mismas para que ambos pudieran esconderse, pero si bien el cúmulo de cajas formaba un pequeño pasillo angosto que servía de escondite, el tamaño no bastaba.

—... Solo hay espacio para uno.

—¿Qué vamos a hacer?

Nevan miró a Ewart y el pánico empezó a crecer en ambos. No quedaba otra alternativa que pelear, pero la diferencia numérica era demasiada y como los matones eran todos muchachos mayores, aquella no sería una paliza ligera.

De verdad iba a arrepentirse antes de que acabase el día.

Entonces, sin previo aviso, Ewart le sujetó con fuerza de un hombro y le obligó a agacharse.

El mago rojo | El Legado Grant IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora