9.3 - Semillas de miedo y rabia

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Nevan odiaba a su hermano

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Nevan odiaba a su hermano.

En su destierro en la ciudad de Marvelir había pasado cada día soñando con el momento en que regresara a casa y le partiera la quijada a Almeric Grant por haber hecho lo que hizo. Cientos de eventos, miles de diálogos, centenares de palabras sueltas o simple silencio antes de destruirlo con la misma magia que le había obligado a aprender.

Había tantas cosas que quería lanzarle en cara que, en el momento en que realmente lo tuvo delante, no fue capaz de reaccionar. Su garganta se transformó en una traba y el aire empezó a faltarle. No pasó mucho hasta que sus puños y piernas cayeron víctimas de un temblor incontrolable. Como tampoco pudo moverse cuando el otro se acercó a él, con cara de preocupación y aires de inocencia.

—Te ves como si hubieses visto un fantasma. ¿O es que lo soy? —levantó las cejas y se miró las manos—. Esta es una apariencia conveniente, pero no tiene nada de especial, ¿o sí? —arrugó la frente—. Por favor dime que no estoy muerto.

Más por cosa de instinto que por premeditación, Nevan invocó el estoque de su relicario, envuelto en una enorme llamarada que pudo haberle quemado la cara, y atacó a su hermano con un golpe firme y certero. Le habría perforado un ojo de no ser porque el otro lo esquivó a una velocidad innatural

—¡Woah, ey! Cuidado con eso. Podrías lastimarte. ¡O lastimarme a mi!

Su hermano levantó las manos a la altura de la cara como señal de rendición, pero Nevan volvió a lanzarle un golpe, el cual, si bien volvió a fallar, pasó más cerca que antes de su rostro.

—¡¿Cómo mierda llegaste aquí?! ¡¿Qué haces-...?! ¡¿Por qué tú-...?!

Aún con las manos levantadas, Almeric retrocedió varios pasos para establecer un buen tramo de distancia entre ambos y miró a su hermano con total parsimonia, inclinó la cabeza hacia la derecha, y alzó una ceja. Arrugó los labios como si no entendiera lo que estaba pasando, e hizo un trabajo tan bueno ignorando el malestar de Nevan, que incrementó su rabia al máximo.

—¡¿Cómo puedes estar así como si nada?!

—Tienes serios problemas de control de la ira, ¿no? Pero puedo ver que en cierta forma eso tiene una razón de ser. ¿Es odio? No, no es eso, pero es un poco similar. ¿Resentimiento? ¿Decepción? Aaahhh, me tocó uno complejo esta vez. ¿Te importaría bajar eso? Las armas me ponen nervioso.

—¡Deja de hablar como si no entendieras!

—¡Claro que te entiendo! El que no entiende eres tú, Nevan... Ah, ese es tu nombre ¿no? Entonces ¿cuál es el de esta persona? Lo que veo es... ¿Meric? No, no, es más como... ¡Almeric! ¡Almeric Grant! Cielos, siempre me cuesta esto de los nombres.

Sus extrañas palabras no fueron suficientes para alertar a Nevan, pero sí lo fueron sus ojos. A pesar de la tremenda impresión por la que estaba pasando, el sentido común de Nevan no dejó de trabajar, y notó que la mirada de su hermano mostraba ciertos reflejos plateados cada vez que movía la cabeza; ojos antinaturales que un podía esperar de un animal... o una criatura no humana. Luego reparó en su apariencia. El Almeric Grant que tenía delante apenas era más alto que él, de hecho se veía exactamente igual a años atrás cuando le vio por última vez antes de enviarlo a Marvelir.

El mago rojo | El Legado Grant IWhere stories live. Discover now