Capítulo 2: La Capital del Nuevo Mundo

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"¿Por qué cuando uno piensa que nada puede ir de mal en peor pasa justamente eso? Aun no puedo creer que esa cosa haya regresado ¿Ahora qué querrá? ¿No bastó con lo sucedido décadas atrás? Por si fuera poco, Charles se ha enojado conmigo por usar el lanzacohetes y (según él) casi hacer que nos maten. Pero no podía quedarme de brazos cruzados. Debía hacer algo, por más estúpido o inútil que el resultado fuese. Debía hacerle saber al monstruo que esta vez las cosas no serán como la última vez... o por lo menos eso es lo que le pido a Dios."

- Cameron Wells

Era un día nublado sobre la isla hawaiana de Oahu, específicamente la costa de Honolulu donde reside otro pueblo compuesto de máquinas pero que a su vez hay edificios plantados en la tierra

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Era un día nublado sobre la isla hawaiana de Oahu, específicamente la costa de Honolulu donde reside otro pueblo compuesto de máquinas pero que a su vez hay edificios plantados en la tierra. Esto era posible ya que las islas de Hawái no son visitadas por monstruos significativamente peligrosos, pero los habitantes prefieren vivir en las máquinas en caso de ser atacados.

Ese día en especial se encontraban dos buques de guerra estadounidenses, uno un Destructor y otro un portaaviones. El segundo recoge y reparte suministros y el primero básicamente funge como guardaespaldas. En el puerto, estaba el coronel Cyrus, haciendo cuentas de la mercancía que entraba al portaaviones y asegurándose que los demás le siguieran el paso.

—Hasta ahora, ¿Qué es lo que tenemos? —el coronel preguntó al soldado a su derecha con una bitácora.

—Por ahora estas serían las cuentas basándose en la capacidad de la bodega, señor —respondió el soldado.

—Un 70% son productos agrarios como jengibre, bananas, cebollas, lechuga y bata y el 17% son productos de origen animal —

— ¿Y el otro 13%? —

—Es el espacio restante en el portaaviones, señor —

—Bien. Siguen llegando cajas, ese espacio restante se llenará en cuestión de minutos, entonces nos iremos —dijo Cyrus mientras se acomodaba el gorro.

En eso, un ventarrón soplo de golpe por toda la bahía. Algunas de las cajas cayeron al agua, las palmeras y otras plantas comenzaron a sacudirse y las máquinas se inclinaron ligeramente. El coronel Cyrus y las demás personas en el puerto se cubrían del viento con los brazos; el coronel en especial presionaba una de sus manos a la cabeza para que el viento no se llevara su gorro. Entre la conmoción, él alcanza a divisar una sombra a lo lejos, sobre las nubes. Esta se iba haciendo más y más grande a una velocidad impresionante.

— ¿Qué diablos es eso? —se dijo a sí mismo.

De pronto, la sombra bajo con fuerza sobre una de las montañas cercanas, ocasionando una vez más otra ráfaga de viento. Esta vez varios árboles salieron disparados contra algunas de las máquinas y casas estacionarias. Las personas se refugiaron y algunos soldados entraron a sus respectivos buques. Cyrus se quedó afuera para ver qué es lo que estaba ocasionando todo este desastre. Cubriéndose de polvo y hojas que chocaban contra él, pudo distinguir con sorpresa dibujada en su rostro al monstruo posado en la montaña. Era el mismísimo Rodan, batiendo sus gigantescas alas, cojeando de una pata y gruñendo adolorido.

Godzilla: End of TimesWhere stories live. Discover now